domingo, 27 de marzo de 2016

Reflexionando en Semana Santa

He quedado con dos amigos, voy, pero es Semana Santa y procesión de fieles cristianos me corta el paso, no quiero verme atrapada de ese modo y doy un rodeo, aligero el paso, quiero de ese modo adelantar su cabecera, resulta inútil, la procesión es más larga de lo que imagine, me desplazo buscando su final y poder cruzar la calle, cuando creo que lo encuentro y ya voy a cruzar veo a lo lejos que aun vienen más, pero vienen tan lejos que ni les veo bien las caras y decido cruzar de todos modos, y entonces doy otro rodeo y al fin tras esos dos rodeos llego junta mis dos amigos. No puedo evitar sentirme molesta. Me incomoda por supuesto que me corten el paso y me obliguen a dar un rodeo, pero eso lo entiendo, que yo sepa nadie me obliga a no cruzar una calle de lado a lado cuando la esta atravesando una procesión, es solo que no me parece respetuoso y por ello no la cruzo. Lo que no entiendo en cambio es que siendo tan pocos sea tan larga la procesión, que su longitud sea cuatro o cinco veces la que de verdad necesitan, y eso si que me pareció una falta de respecto de ellos hacia quienes no comparten sus creencias, no lo entiendo, va ser horas después cuando le encuentro una posible explicación. Ya no estamos en los tiempos de mi infancia, ahora participa en ese evento muchísima menos gente, pero ellos siguen manteniendo las mismas distancias, de siempre, entre las distintas esculturas, composiciones, imágenes, pasos o como quiera que se llamen eso que sacan en procesión y cuyo nombre ignoro, pero al ser muchos menos casi toda esa longitud es vació, hueco y no se percatan de ello o no se atreven a percatarse. 


Recuerdo entonces otra procesión de cristianos, mucho mayor, en Madrid. Mientras dudaba que dirección tomar para dar el mejor rodeo posible la pude contemplar y note algo que me sorprendió.
En aquella procesión había dos clases bien distintas de cristianos. Los pocos que la encabezaban en su mayoría parecía exhalar altivez destilada, un sentirse por encima de yo no sé muy bien lo que, tener de altura más centímetros que de pies a cabeza, un poder pisar sin mirar donde pisaban, y sobre todo un “no temor” y un inmenso “no te veo”. Parecían estar allí para ser vistos y usar la procesión de pedestal o escaparate. No todos en la cabecera parecían eso pero de todos los que si me lo parecieron ni uno solo me pareció cristiano. Detrás de ellos, donde iría yo de ser cristiana, venía una gran masa que en nada se parecía a la cabecera, estos, la masa estaban cada uno a lo suyo y un poco a la vez a lo de todos y por ello no se fijaban en si eran vistos o no. A estos sí los tome por cristianos, a los otros por fariseos y sepulcros blanqueados como alguien los llamo una vez.

En Madrid está el único templo del Antiguo Egipto que tienen los españoles, es un regalo que hizo el gobierno egipcio. Fue enviado piedra a piedra y reconstruido, no es por lo tanto una replica. Lo consideran una joya histórica, una señal de amistad y funciona sobre todo como mera atracción turística. Siempre que voy a Madrid tengo una cita con ese templo y más de una si puedo. Pero yo no soy una turista, accedo como todos, a ese espacio, por un lateral pero luego busco situarme y procedo encaminándome, de frente y en linea recta, a la puerta del templo propiamente dicha. Pero el espacio es poco y los turistas muchos, me es imposible hacer eso del modo deseable, me lo impide tanto cuerpo en medio, los tengo que ir sorteando como puedo a la vez que en el camino voy haciendo pues eso que voy haciendo. Y, me consta que no soy la única a la que le ha pasado eso.


Los turistas no tienen la culpa, ignoran que aun queda gente que usa ese templo como templo, estoy segura que en caso de saber lo que hago muchos se apartarían, por respecto, en vez de forzarme a ser yo la que se aparte. Otros en cambio no, esos fariseos...

Y, me pregunto cuantos de todos esos cristianos que formaron esa procesión, que tantas vueltas y reviravueltas dí para no cruzar, en Madrid, se apartarían uno o dos metros, que más no hace falta, para que una pequeña pagana pueda hacer, del modo debido, lo que fue hacer allí.


(Nota: la entrada ha sido publicada el 27 de marzo pero editada el 2 de abril del 2016)

2 comentarios:

  1. No sabía qué comentarle a este artículo, Dios sabe el motivo por el que usted lo ha hecho, y sólo Dios sabe el mío por el que se lo comento, pero yo pienso, y siempre sólo yo pienso, usted luego me podrá rebatir, si no no habría diálogo, que son tan necesarios desde los engolados que encabezan la manifestación hasta el morito que limpia los albellones, contratado por una empresa de limpieza, pasando por el carterista que hace que los fieles se reafirmen en su fe al identificarse en su contra, y ver al maligno en él, como por el santo que normalmente cierra la procesión, como protegiendo a las gentes de un mal mayor, i también tengo recuerdos para usted, que puede escribir este artículo, que no es un simple cúmulo de palabras, sino un sentido, y como tal sentido. De otra forma o se hubiera puesto a pensar sobre sí mismo o a escribir otro artículo, pero no me habría dado la oportunidad de comentarle esta idea tan necesaria, y más en estos tiempos de exclusiones.

    Vicent

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  2. Con diálogo no voy decir que se puedan solucionar todos los problemas, pero desde luego incluso los que no se puedan seguro que como mínimo se suavizan. O eso pienso.

    Sí había diálogo, pero ni la mitad del que nos vendría bien.Y, no todos participaban (en la de Madrid) o si lo hacían no lo vi.

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