domingo, 28 de febrero de 2016

Cuando llega la amiga

Empezamos juntas a trabajar, cada una en un local diferente, con una barra y unas mesas distintas pero eramos las dos las novatas de aquella calle. Poco a poco, sin que lo buscáramos o eso creo, nació entre nosotras una amistad.

Unos dos años después ella tenía un amigo de barra, que no es un verdadero amigo si no un nos lo pasamos bien juntos y charlando mientras me tomo una birra a tu lado. Él en realidad era amigo, que es otra cosa, del novio de ella; por eso se conocieron, no por la cerveza. Pero la cosa cambio pronto.

Él comenzó a ver en su amigo cosas que no le gustaron nada y que poco antes no se hubiera esperado de él. Pasaron unos días desde que lo noto, pero las cosas no cambiaron si no que empeoraron y entonces decidió romper los lazos de amistad que le unían al novio de ella.

Entonces...


Fueron tiempos difíciles, para ella y para él.

Tiempos de policías insistiendole a ella que a la menor sospecha de peligro, inmediatamente, los llamara ya que ellos preferían ir cien veces para nada que arriesgarse a llegar una demasiado tarde. Tiempos de escoltas, sobre todo, sobre todo por motivos de trabajo de ella, nocturnas. Tiempo de amanecer y encontrarse el coche quemado. Tiempos de abogados y encuentros en el juzgado. Tiempos de madres asustadas, que la de ella, aun ahora que ya no corre peligro, aun la prefiere trabajando en el otro extremo de España que pasando unos días libres en el pueblo que lleva más de diez años el exnovio sin pisar.

Fueron tiempos difíciles y tiempos que pasaron juntos, codo con codo. Es una amistad, la suya, nacida en el fuego de aquellos tiempos.

Y, fue a él, que no a mí, al que llamo para avisar que viene, no a mí. Y, mi compañera de trabajo no lo entiende. Mi compañera sabe, o cree saber, con absoluta seguridad, total firmeza, a ciencia cierta, que entre un hombre y una mujer no puede haber amistad, ya que él es hombre, ella mujer y la naturaleza es la naturaleza. Pero la amistad de esos dos no necesita el permiso de nadie, y menos el de ella, para ser real. Y, ya quisiera yo una amistad como esa aunque para ello hubiera de pagar el precio de pasar por tiempos como “aquellos tiempos”.

… Cuanto más me voy alejando de la juventud, cuanto más me voy acercando a mi vejez, más y más cabalmente me voy dando de cuenta de lo que es la amistad y que toda forma de amor que, de un modo u otro, no se fundamente en ella no puede ser llamado realmente amor. Pues toda otra forma de amor o empieza ,o termina en, o acompaña a la amistad.

La amistad no es la única forma de amor, desde luego, bien lo sé, pero toda forma de amor incluye a la amistad o no es realmente amor, eso también lo sé. Por eso cada día comprendo menos a mi compañera y menos me comprende ella que busca amores en hombres sin jamás permitirse amistad alguna con ellos.

Pero ahora le tengo que pedir un cambio de turno, para poder salir una noche, en un pueblo, semivacio en invierno, con la amiga, su marido y el amigo de la amiga y tomarme un par de Licor 43 o los que se tercien en honor de aquellos tiempos y los tiempos por venir. Y, es que cada vez que estamos juntos, aunque sea tomando un café o ni eso, es fiesta.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Para Oscar

Hace hoy 1624 años, en Roma el emperador de turno, totalmente cristianizado ordeno el cierre del templo de Vesta. Y, el fuego que sus sacerdotisas mantuvieron vivo en él siglo tras siglo se apago. Dudo que haya vuelto a ser encendido, quizá algún día.

No sé muy bien, Oscar, como has dado con mi blog, quizá analizando desde donde se entraba al tuyo. No me lo esperaba, nadie pienso se toma ese trabajo pero otra vía no se me ocurre. Pero estoy segura que lo que cuento un poco más arriba lo conoces aun mejor que yo y si no te he entendido mal propones que el 24 de febrero se convierta en el día de la memoria pagana. Me parece muy buena idea, eso de que el paganismo rememore a sus mártires y la grandeza que les fue arrebatada.

Me gustaría escribir algo al respecto, no lo voy hacer aun así. Está mi paganismo, o no, en tela de juicio por lo que, siendo la idea suya y no mía, no me considero quien para ello. Tampoco es mi intención entrar en discusiones de fe ya que donde entra la fe la razón no encuentra forma de hacerse escuchar y solo pueden producir malos royos.

Pero aun así y pese a que no tengo nada claro que busca en mi blog me gustaría comentar con usted lo que hecho en falta en mi experiencia en Internet con algunas búsquedas que hice relacionadas con el paganismo.


Para ello debo decir primero que no espero encontrar en el paganismo nada diferente, en cuanto a tipología de creyentes, a lo que ya he encontrado en otros tipos de religión. Voy tratar de explicarme:

Un catolicismo es el de mi vecina que va a misa todos los domingos por que , según ella misma me ha dicho, pese a que no cree en los curas si cree en Dios. Otro el de otra vecina, que la acompaña, para la cual solo existe el Dios de los curas y no existe mayor autoridad en el mundo que el cura de su parroquia. Son tipologias diferentes de creyentes. Pero una vez busque hablar, y me lo permitió, con un sacerdote y teólogo (¿ha hecho alguna vez algo parecido?) cuyo catolicismo no me sorprende que otros católicos (no la mayoría, claro) lo consideren herético. Este hombre, pese a pertenecer a la misma religión que ellas es un tipo de creyente ya totalmente diferente. Su cristianismo era, ha muerto el hombre, un cristianismo en el que no había modo, no al menos para mí, de reconocer al cristianismo del que tanto se suele hablar, pese a que sí era cristianismo.

Ya en los orígenes de este blog, cuando “jugaba” a presentarme deje expresa mi simpatía no por algunas religiones si no por un cierto modo, por lo tanto no por otros, de ver esas religiones. Eso no significa que tenga problemas, necesariamente, con otras formas de ver esas religiones, nunca los hay salvo si ellos tratan de imponerse a los demás. Quizá ahora debiera relatar cierta conversación con una testigo de Jehova pero mejor lo dejo para otra ocasión pues no quiero aquí alargarme demasiado.

En otras palabras considero que en toda religión hay una perspectiva superficial y masiva y otra más profunda diferente y caracterisitca de las élites culturales de esa masa de creyentes, es decir que toda religión tiene a sus Sto. Tomas y sus Sta. Teresa de Jesús, herejes incluidos y que el paganismo no fue una excepción.

Pagano originalmente significaba “habitante del campo”,

O.k.

¿Eso significa acaso que un labriego era pagano pero Platón, Hypatia, las vestales, etc ya no lo eran?

Pues bien, yo hecho mucho de menos un paganismo que no sea tanto del campo, aunque para nada me parece menos pagano que ese otro.

Me temo que solo he encontrado viva una de las facetas del paganismo y que la otra permanece dormida, olvidada y por ahora en realidad muerta.


Pero quizá algún día, aunque para entonces mis huesos, temo, sean ya solo polvo o ni eso, vuelva a la vida ese paganismo. Para mí el de usted es una esperanza, si el suyo ha vuelto y tiene futuro quizá vuelva ,más tarde o temprano, pero vuelva el que tanto añoro. Quizá incluso renazca del interior mismo del que ya traéis vosotros o al menos algún síntoma esperanzador he visto en ese sentido.

En fin, que son más de 1500 años los que nos separan de aquel fuego, a veces pienso que demasiados.

A modo de resumen de una vida

El blog va avanzando y siento la necesidad igual que antes y aun más de mantener mi anonimato y hasta enmascaramiento y aun así y a la vez de desnudar ciertos aspectos de mi biografía que irán cobrando importancia, imagino, a medida que avance aun más el blog.

¿De donde salgo, vengo?

En el futuro supongo que desarrollare una explicación más extensa de los aspectos que ahora voy a mencionar del camino que me trajo hasta aquí. Pero por ahora con lo que voy decir espero que llegue.

El concepto de Dios, en mis primeros años me resultaba confuso. Muy pronto la información que me llegaba sobre él dejo de serme fiable. Se convirtió durante años en una pregunta sin respuesta y la cosa fue a más cuando a los doce años las palabras de un cura me probaron que nada saben. O eso opine entonces y eso opino ahora. Y, aunque merece el asunto mayor detalle lo dejo para mejor ocasión que hoy quiero aligerar.

A los trece años viví una experiencia que me llevo a concluir que de todos modos Dios probablemente si existía pese a no parecerse al de los curas.

Entre en mi adolescencia sin haber pensado mucho más en el tema y entre los 16 y 17 años se produjo un cambio. Olvide entonces el Dios que me pareció intuir, sentir, a los trece. Ya que no me parecía compatible, para nada, con el mundo real y entraba, o eso me pareció, en contradicción con la realidad de la vida. El caso es que desemboque en el malteismo, con todas sus consecuencias y sin consejo para ello de nadie, a puro pelo.

Saliendo ya de mi adolescencia o recién salida, que no se como llamar a eso, conozco a una persona y esa persona me cambia ya para siempre la vida. Es por esa persona que me adentro en el terreno del hermetismo y es por el hermetismo que dejo atrás, como olvidada, mi fase malteista.

Hoy sigue siendo esa mi senda, el hermetismo, no conozco otra. Lo que no quiere decir que pertenezca a esa tradición.



No, yo no pertenezco a ninguna tradición, a ninguna cultura, a ninguna religión, a ningún pueblo, a ninguna ideología. Y, jamás entenderé a quienes se permiten a si mismos “pertenecer” a tales cosas.
Simplemente lo vivo que es distinto.

He encontrado un camino en el Hermetismo, creo en él y lo seguiré haciendo mientras no vea razones para lo contrario. Termine además, encontrando un hogar o religión, cuando añorando una recordé un viejo articulo leído años atrás y entonces me puse a buscar, como pude, información y termine dando con una religión, muerta hace mucho, pero que encajaba con mi forma de ser y tenia un dedo inmenso señalando a la Luna de los Filósofos, esa religión es ahora la mía y aunque eche un poco de menos a otros no necesito que sea a la vez, ella, también de otros. Ya solo me falta, pues, encontrar otras dos cosas:

Una humanidad diferente, una que me guste, pues aunque aprecio y muchísimo, no lo niego, a la que sí conozco la aprecio, sí, pero como aprecias a un hermano con el que casi en nada estas de acuerdo, no te escucha y a veces, para colmo, hasta te detesta.

Y, me falta volver a encontrar a la persona que me cambio la vida y luego se me perdió en ella.

Ya solo me faltan dos cosas, pero hubo un tiempo en el que me faltaban más; aunque sigan siendo las dos que más me importan las dos que aun me faltan.

martes, 16 de febrero de 2016

Hoy quiero llorar

Llorar penas, aunque no sean mías.

Desconocidas más no por ello menos reales.

Penas que quizá ni imagino, más no por ello menos presentes. 



Penas que vienen y pueda que no sepan irse.

Penas que de tan viejas ya casi ni duelan y otras recién llegadas a las que aun no se sabe encarar y esas, esas otras, las que aun están por llegar...

Penas de hombre que quizá, o no, llore él, a su vez, mis penas sin saber que lloro yo las suyas.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Vejez, desesperación, tristeza, soledad (II parte)

Tengo la sensación de que el texto que acabo de publicar no está bien hecho, en vez de cicatrizar la herida la ahonda, trate de dar y ofrecer un “remedio” pero me parece que es peor el remedio que la enfermedad. Aun así lo he publicado, digo allí cosas importantes, o que me lo parecen y  que una vez dichas veo que sí quiero publicar, me ayudan a desnudar un poco más lo que soy.

Pero me duele ese dolor tuyo y voy ver si esta vez lo hago mejor:

El texto que te sometí a examen y finalmente sí publique es el de la niña. Es describir la niña y sus circunstancias o conducirnos hacía ello. Solo ella importa, lo demás, todo, es floritura para ese fin.

Mis dudas con ese texto es que lo encontraba demasiado largo, cual lleno de paja y temía que eso en vez de llevarnos de modo natural hasta la niña nos la ocultara o desdibujara. Por eso pensaba que quizá sería mejor rescribir la historia de otro modo.

Pero toda esa vejez, desesperación, tristeza y soledad que encontraste en él yo ni la quería poner ni la vi. Bien, pensemos en el fragmento exacto que te hizo sentir eso:

Y, pienso que entre nosotras, sin habernos cruzado una palabra, hay una amistad veraz, que dentro de treinta años de saber ella donde dar conmigo la haría irme a ver al asilo de ancianos en el que ya nadie me visitaría, pues veo en ella y en la profundidad desde la que nos miran sus ojos que es esa clase de gente, que rara vez encontramos, que sí hace cosas que de nadie más podemos esperar y tan necesarias nos son”

Cuando escribí eso, Rafa, estaba hablando de ella, no de mí. Y, voy a ver si me explico:

Primero: use la palabra “asilo” en lugar de “residencia” intencionadamente, pues me parecía que eso le hacía más justicia a ella, al resaltar más el gesto del que la creo capaz. No es que yo tema realmente acabar en un asilo de monjitas para ancianos desvalidos. Simplemente no es mi estilo y pese al respecto que siento por ellas entre las monjas y yo, de siempre, ha habido una fuerte incompatibilidad de caracteres que seguro asegura que no terminare de esa forma. Por lo tanto mi uso de ese termino fue puramente literario.

Segundo: Recientemente en un pueblo una anciana noto que hacia ya bastante que un primo suyo, que vivía solo, no daba síntomas de vida, se preocupo, llamo, nadie la contesto, fue a la casa de él, volvió a llamar, de nuevo nadie le contesto y termino avisando a un amigo de él. Tiraron la puerta abajo y se lo encontraron caído y semiinconsciente en el suelo de la cocina. Sobrevivio tres o cuatro semanas en el hospital, no salio de allí vivo. Me lo contó Alba hace unos días. Ese final sí que se parece al que probablemente me espera. No el de languidecer en una residencia o asilo. Pero eso no es malo, ni es bueno, simplemente es la vida y no le hay que dar una importancia que no tiene. No al menos cuando personalmente prefiero eso que la residencia, es mi opción y mi derecho. Vivir a mi aire hasta el final y dar por bueno el precio a pagar.

Tercero: si a pesar de todo terminara en una residencia...

¿Qué hay de malo en ello?

En todo lo que haya en la vida y a poco que se busque siempre se encuentra algún mal, eso seguro. Basta con tomarse algo a mal para que ya por ello exista ese mal y funcione como tal. Te voy contar una cosa:

Tengo por vecinos un matrimonio anciano, el está enfermo, me parece que es alzehimer, pero la enfermedad no está tan avanzada como para hacer que no disfrute aun de la consciencia que da conservar aun vivos los recuerdos propios. Ella es mujer de campo, ya sabes como son esas mujeres, atiende sus labores en casa y además, aun ahora cuida de una huerta, pero vive en medio del pueblo, la huerta la tiene fuera y eso con el marido estando como está no lo podía hacer sin más ni más. Lo han solucionado. Nada más acabar de darle el desayuno al anciano llega una furgoneta y se lo lleva a la residencia de ancianos que hay en el pueblo, a última hora de la tarde la misma furgoneta lo devuelve a casa.



¿Es triste eso?

Triste es que haya gente que necesita eso y no se lo pueda pagar. El va todo contento. Ya no se encuentra en condiciones de dar paseos y odiaba estar día tras día encerrado en casa. Su paseo ahora es ir a la residencia, allí juega al domino con viejos amigos, antiguos compañeros, viejos conocidos de toda la vida. Y, aunque apenas da hablado, ya, cuando no habla escucha y hablan un poco de todo y llenando el ambiente de chanzas. Lo he visitado allí un par de veces llevando recados que me pidió la anciana y le comprendo por lo que vi. El personal cuida todo lo que puede de ellos pero sobre los ancianos se cuidan emocionalmente entre ellos de un modo que fuera seguramente no encontrarían posible.

No sé en una residencia con un personal diferente y mal llevada.

No sé en una residencia de ciudad en la que quizá inicialmente no conozcas a nadie y te cueste, o pueda costar, hacer nuevos amigos. Pero en un pueblo pequeño una residencia, para residentes de la zona, es simplemente una forma de estar con la gente de siempre.

Por lo cual si acabara de ese modo, que ya digo no creo, tampoco sería esa mala forma de acabar.

¿Me explique?

Alors ne t´en fait pas mon ami




Vejez, desesperación, tristeza, soledad

Cuando te dije que había decidido no publicar esa entrada pero aprovechando que estabas allí quería ver que impresión te producía fue para ver hasta que punto era o no solido el motivo que me llevo a esa decisión.

Cuando te vi teñir tu rostro de tristeza, dolor y preocupación pensé que se debía a la historia de la niña. Pero resulto que no. Que esa tristeza y ese dolor y esa preocupación eran por mí.

No hay motivo para ese dolor, ni para esa preocupación, ni para esa tristeza.

Treinta años puede no parecer mucho, pero me hace pensar ya en ciertas cosas, en momentos que llegaran y no quiero que me pillen desprevenida. Pero quizá me exprese mal cuando escribí el texto.
No era desde luego mi intención parecer vieja, ni triste, ni desesperada, ni sola.



Es cierto que ya no me siento joven, pues es posible que no me queden en condiciones otros treinta, pero en realidad casi desde siempre he vivido consciente de cada día puede ser el último y por ello poco me preocupa eso. Me preocupan otras cosas. Me duelen otras, no eso.

En cuanto a desesperada, bueno, desesperada sí ando bastante. Pero eso no es necesariamente malo o al menos es a la vez buena cosa y voy tratar de explicarme:

Mi infancia me resulto soportable gracias a que tenia la esperanza de que algún día las cosas cambiarían y sobre todo dos anhelos, sueños, míos se cumplirían. Muchas cosas han cambiado, pero esos dos sueños, eso para y por lo que viví, hoy sé que jamás se cumplirán. Eso es lo malo. Lo bueno es que desde que lo sé ,y veo en ello vana toda esperanza, las energías que invertía en alcanzarlos pues ya no las invierto. Ya no busco lo inalcanzable, lo cual me deja más capacidad libre para ir tras lo que sí es alcanzable. Es triste y desesperante, cierto, pero es mejor eso que seguir equivocada persiguiendo lo que no se puede lograr.

Nunca podré salir a la calle y decirme a mí misma que la gente con la que me cruzo es mi gente. No soy una de vosotros, jamás lo he sido y jamás lo seré. Nunca ha existido, ni existe, esa sociedad y cultura en la que me pueda sentir integrada. Quizá algún día, dentro de mil años pero no ahora.

Vuestras culturas, Rafa, oprimen, falsean y deforman la vida. Eso es lo que de verdad pienso y lo que de verdad siento. Solo os puedo parecer una de vosotros cuando os engaño, cuando me oculto, cuando guardo silencio. Que aprecie profundamente a la gente y a la humanidad en general no significa que me guste su forma de ser, no me gusta como es la gente, odio tener que vivir entre vosotros pero escondida de vosotros. Por lo tanto soledad toda, eso es lo que siento, incluso cuando me ves acompañada.

Tristeza...

Bueno, lo de la alegría es una asignatura que tengo pendiente, eso lo admito. Pero mi alegría no puede ser una alegría que venga de las circunstancias, ya que las mías no la favorecen, tienen que venir mis alegrías del interior, no de fuera, y supongo que un año de estos me pondré a la tarea.

Pero nada de eso importa, soy como soy y me gusta como soy, el modo en que veo la vida y la manera en que la vivo. Y, no la cambiaría por ninguna otra.

Sarna con gusto no pica, y si esto fuera sarna, que no lo es, entonces bendita sea.

Por eso no hay motivo para dolerse ni preocuparse.

lunes, 1 de febrero de 2016

Un paseo por Santiago de Compostela

Con la mañana y la tarde libres, este viernes pasado, y un día con sabor a sonrisa, decidí ir hasta Santiago, que era algo que hacia ya demasiado que no hacia. Es un paseo que normalmente me carga las pilas y pese a un sabor agridulce que siempre me tiene me sirve para librar mis ojos de malos sabores, eso de ver que el mundo no termina en las cuatro paredes del pueblo en que vivo. Que hay más vida que esa.

Fue agradable en general.

En Fernando VII encuentro una de las librerías por las que me gusta pasar con las estanterías de sus escaparates vacías, la puerta cerrada y un gran cartel advirtiendo del cierre. Poco después, ya en otra calle, encuentro otra, esta vez pequeña pero que fue importante para mí cuando coleccionaba sellos, también cerrada. La crisis supongo se las llevo por delante. Por suerte Follas Novas sigue en pie y funcionando, me encanta ese olor que tiene a libros nuevos esperando nuevo dueño. Siempre me recuerdan las librerías a los orfalinatos.

Paso por delante de las puertas de la facultad de filosofía. Lo hago intencionadamente, me gusta ver su alumnado, el curso pasado vi entrar en ella a una pareja de góticos, y desde entonces me pregunto si solo estaban como yo de paso o son alumnos en ella. Pero pese a ser viernes tenía las puertas cerradas y no vi deambular alumno alguno, quizá era festivo y por lo tanto no lectivo para ellos, no lo sé. Lo mismo ocurre con la de Historia, tiene la puerta principal cerrada, no miro la otra.
Me gusta entrar por esa puerta, mirar para el pilar de su umbral donde una pequeña placa de bronce nos informa de a que altura estamos en ese punto sobre el nivel medio del Mediterráneo. Es la facultad más hermosa que tiene Compostela, sus piedras respiran y exhalan historia. Siempre me hace sentir paz.

Llego a la plaza de la Quintana, ya no recuerdo quién me contó una vez que era un cementerio. En una parte Quintana Baja se enterraban los pobres, en la Quintana Alta los ricos, me siento sobre las escalinatas de la Quintana Alta, es la mejor perspectiva, veo la gente pasar, la catedral a mi derecha cercana y ajena a la vez, lejos queda mi viejo idilio con ella. Bajo por platerías, dudo por un momento si pasar o no por la plaza de la actual fachada principal, doblar por el Hostal de los Reyes Católicos y a un paso llegar hasta la pared de una iglesia que en su tiempo debió tener también su cementerio o eso deduzco pues en esa pared encontré que en caso contrario no parece tener sentido.
Tiene esa pared en su piedra esculpido un relieve de calavera humana sobre dos tibias, y entorno a ello una advertencia que reza “así como te ves me vi, así como me ves te veras”, pero me digo que no, ya lo he visto muchas veces y es otra cosa lo que me apetece ahora.

Retorno a la zona nueva de Santiago y dejo atrás la vieja, entro en un bar y restaurante, pensado más bien para una clientela estudiantil, un negocio familiar. Miro, no veo lo que busco, me pido un café y espero, en vano. Pasa el tiempo y se me hace la hora de comer, pero no quiero comer allí, no me gusta la clientela, me recuerdan aquello mismo que pretendo olvidar en Santiago. Salgo y me encamino al Galeón, aun es relativamente temprano y no tendré que hacer cola, odio esas colas, por eso siempre voy temprano o muy tarde. Su madera, el sable, todos esos barcos de vela hace que, yo que nunca en la vida me he sentido en casa, me sienta un poco en casa. Termino rápido y digo no cuando me pregunta el camarero si quiero un café, lo quiero pero en otro sitio, pago y me voy. Vuelvo al bar restaurante de antes.

De nuevo nada, me pido ese otro café pero vana es la espera. Termino marchando, se me va haciendo tarde. Volveré en otra ocasión, ya lo sé, tengo una amiga que suelo ver allí.

Mi interés por ese local comenzó hace unos seis años, la primera vez que entre en él no fue otra la razón que el estar cercano a la parada de autobús y que aun me faltaba mucho para que este llegara.
Tras la barra estaba la familia que lo lleva. Fuera de la barra había tres clientes, dos mujeres y hombre, de entre cincuenta y sesenta años, que también parecían una familia, también estaban dos niñas, de unos tres años una de ellas, de unos tres años más la otra, ambas, por lo que escuchaba y vi supe eran hijas de la familia que regenta el local, la niña mayor cuidaba de la pequeña y llevaba yo un buen rato observando como se desvivía cariñosamente por estar totalmente atenta a la pequeña. Me maravillaba esa dedicación. Y, fue entonces cuando la conversación de los adultos me golpeo.

Los clientes, visitantes comenzaron a alagar a la pequeña, ante sus padres, y los padres corrieron encantados a darles toda la razón del mundo y más. La pequeña era alegre, estaba maravillada con el mundo, todo era para ella sorpresa y fiesta, su alegría resultaba contagiosa, era una cura penas, pues bastaba que anduviera cerca para sentir también alegría. Todos estaban de acuerdo, incluso en eso lo hubiera podido estar yo, pero lo hacían comparando a la pequeña con la mayor. Ese era el problema. La mayor sabía que no todo era fiesta, que la vida pesa. No podía transmitir esa alegría pura que nace de la inconsciencia y solo en ella es posible.

La mayor estaba haciendo un trabajo de adulta, con solo seis años, y salvo por lo menuda que era no se me ocurre nadie que pudiera ser mejor y más atenta niñera de la pequeña. Y, escucho, igual que yo, como la pequeña era mejor que ella, pues reía la una y no la otra y en ese reír radicaba según ellos que la una valiera más que la otra “a outra nunca sera como a pequena” dicho por su madre y con cierto tono de queja son el puñado de palabras que no olvido de todo aquello.

Y, yo no dije nada, me calle como me callo tantas cosas y tantas veces callo. Pero, sin desvalorizar a la pequeña, la impresionante era la que con solo unos seis años estaba haciendo un trabajo de adulta igual de bien que lo podría hacer yo.

Pero desde entonces, siempre que voy a Santiago, si me es posible paso por allí y la mayor ya sabe que lo primero que hago al entrar es mirar si está ella y que solo entonces sonrió y no lo vuelvo hacer en ningún momento salvo si me cruzo con ella al salir o similar. A nadie más “veo” y a nadie más sonrió. Y me gusta ver como van pasando los años y la niña que aquel día quedo dolida y cabizbaja va creciendo firme y segura de si misma, Y, pienso que seguro que no mucho pero que algo si que tienen que ver con ello esas sonrisas que con nadie más comparto. Ella sabe que de todos los allí presentes es ella a quien yo prefiero.

Y, pienso que entre nosotras, sin habernos cruzado una palabra, hay una amistad veraz, que dentro de treinta años de saber ella donde dar conmigo la haría irme a ver al asilo de ancianos en el que ya nadie me visitaría, pues veo en ella y en la profundidad desde la que nos miran sus ojos que es esa clase de gente, que rara vez encontramos, que sí hace cosas que de nadie más podemos esperar y tan necesarias nos son.