domingo, 6 de marzo de 2016

Tabaco, vanidad y mentiras

Estoy, para mi desagrado, acostumbrada a ver gente adulta fumando a escondidas de su familia. Y, es que el chantaje emocional, que a veces, pesa sobre las cabezas de los fumadores puede ser muy alto. Pese a lo acostumbrada, siempre me sorprende ver gente hecha y derecha comportándose como adolescentes haciendo novillos y aceptando el chantaje que los convierte en eso al ser aceptado. Yo no podría, de ser ese mi entorno familiar huiría de él ya que en caso contrario terminarían volviéndome loca. Pero la historia que os voy contar es diferente. 


Me la contó entre risas Dama, una amiga, y es su propia historia.

Dama fumaba y fuma, pero un día decidió dejar el tabaco. Lo decidió por la sencilla razón de que le salio de la gana, convencida imagino de favorecer con ello su salud. Y, Dama se sintió orgullosisima de su decisión, tanto que no paraba de presumir de ello y vacilar, sobre el asunto, a todo fumador que se dejara.

Pero las cosas no fueron por el camino que Dama esperaba. No tardo en volver al tabaco. Pero eso representaba ahora un problema social para ella. No por el tabaco, si no por el mucho haber fardado de haber dejado lo que al final no dio dejado. La vanidad, que no la adicción, la había metido en ese lio y atrapada en él se encontraba. Y, Dama me lo contaba entre risas a sabiendas de que lo mejor aun estaba por llegar.

El caso es que Dama volviendo a fumar no quiso pagar el precio de admitir ante los demás que había regresado al pitillo de siempre. Y, decidió que esa era una parte de su vida que ocultaría ante todos los demás. Eso incluía al marido, el fumaba y nunca se había metido para nada con ella por fumar, pero eso a ella le daba igual, solo importaba que ella había presumido ante él de ese “dejar” que termino no siendo tal y la vanidad reclamaba su precio: él nunca, jamás, debería saber que ella había regresado al tabaco. La imagen de Dama debía ser la de esa gran fortaleza de carácter de la que estaba presumiendo. Y, fueron pasando los meses y continuaron pasando hasta que llego el día en que el asunto se descubrió.

Harta de andarse con secretos y dado que no había motivo alguno, bien fundado, para andar con ellos, Dama decidió sincerarse con el marido y le contó que de nuevo fumaba. Fue entonces cuando él, también se sincero con ella y, le dijo que ya lo sabía, se sorprendió Dama, y añadió él que de hecho lo sabía desde hacía ya meses, lo cual la sorprendió aun más. Y, viéndole la sorpresa en la cara, él, continuo diciendo a Dama, que desde hacía meses cada vez que llegaba a casa y pese a estar la ventana abierta él, que fumaba negro, encontraba que la casa olía a rubio. La deducción había sido fácil pues. Dama fumaba y Dama se lo escondía. Y, termino el marido encogiéndose de hombros y diciendo: “pensé que si eso te hacia feliz pues que así fuera” y se paso todos esos meses él simulando no enterarse, para que Dama fuera feliz pensando que lo daba engañado.

De ese modo una, por vanidad, buscaba engañar, y el otro, por amor, la engañaba a su vez simulando ser engañado.

Eso fue lo que paso, esa es la historia, nada más hubo ni falta que hizo.


2 comentarios:

  1. Muy pocos saben y otros muy pocos se atreven a confesar que dejar de fumar nos puede matar, sería largo de explicar, y si nos conocemos más pues entraría amablemente en el tema, pero ahí lo dejo, hay quien me creerá y hay quien me envidiará, me arriesgo.

    Vicent

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  2. Me parece, Vicent, que soy de las que te lo van a creer pues mi experiencia personal en la vida me prueba que eso es verdad. Pero soy de las que no se atreven a confesar tales cosas. Solo en dos ocasiones, a sendos médicos, se lo comente, un poco de pasada, y o no me entendieron o bien disimularon con gran eficacia que si entendieron.

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