viernes, 25 de noviembre de 2016

ser rara

Una conversación de un lado a otro de la barra, una camarera y un cliente, una tarde cualquiera, casualmente la de ayer. En un momento a media conversación le digo que soy rara y ocurre lo que con frecuencia ocurre cada vez que lo digo a alguien que me tiene aprecio. Se me queda un segundo mirando, como queriendo asegurarse que la barbaridad que dije es en efecto la barbaridad que dije. Y, tras el segundo llega la negativa, no, de eso nada, yo no soy rara me dice y me lo dice con la misma voz con la que defendería la inocencia de una hija.

Normalmente le daría por imposible y no le haría ningún caso, cambiaría de tema y simplemente añadiría este a los varios que no se puede hablar con él, que son pocos. Pero resulta que a esta persona la tengo en muy especial aprecio. Quiero que me comprenda y por lo tanto insisto, sí soy rara, pero él que es inteligente y sigue dispuesto a hacerme creer que no sabe, por mi insistencia, que para convencerme va tener que recurrir a argumentos, lo encuentra en seguida, “todo el mundo es raro”, me dice.

Me duele que recurra a eso, aparte la vista dolida y le dije que por favor no me ofendiera. Pero no sé si me entendió. Me duele que la gente que aprecio, en especial, use conmigo argumentos que ellos mismos saben falsos y me ofende que esa gente, otra me da igual, consideren que, por aprecio a mi persona, hay que negar que soy lo que realmente soy aunque para ello haya que recurrir a una mentira.

Es cierto que todo el mundo tiene sus rarezas, que cada cual posee sus manías, que cada persona es un mundo, pero eso no es ser raro. Y, él lo sabe.

Le trate de explicar que ser raro no es cosa mala de ninguna clase, pero no escuchaba, en lugar de ello trataba de dar con nuevos argumentos con los que sacarme de la cabeza que soy lo que no quiere que sea aunque le encante que lo sea.

Entonces recordé un experimento de psicología social del que una vez me hablo otra “rara ave” que habita en estos lares, un experimento que a él y a mí nos asusta pues demuestra que los seres humanos tenemos instinto de rebaño.


Experimento conformidad e influencia social en... por anabaez_
http://dai.ly/xnwmhl

Es de ese instinto de rebaño de donde nace la capacidad humana, aunque no solo de ello, para dejarse manipular hasta el punto de que los pueblos van a la guerra aun cuando sus propios soldados y aun más sus madres no quieran la guerra.

Es esa voluntad de ser rebaño lo que hace posible los totalitarismos, primero el totalitarismo religioso, ese que te dice que todos tenemos que creer lo mismo a lo que mal llaman universalismo (yo llamo universalismo a lo contrario, a aceptar que no todos opinamos lo mismo) y luego añade que aquel que no opine lo mismo que ellos es un mal sujeto al que debes eliminar; luego, cuando historicamente la sociedad quedo tan absolutamente hastiada de ese seudouniversalismo intolerante, nació un sano escepticismo y amor por la libertad de pensamiento que nos costo muchas vidas defender, pero por desgracia no lo hemos defendido lo bastante como lo prueba que el ateísmo nacido de ese totalitarismo ha plagiado sus modos en ideologías totalitarias previas. Es ese instinto de rebaño lo que eleva a los altares la “posesión” que dicen tener algunos de la verdad y que termina pariendo, aunque no sin ayuda de otros factores, fenómenos sociales como la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin. Ese mal llamado universalismo cuando va de la mano del nacionalismo o del racismo puede hacer referencia a solo una parte de la humanidad, pero sigue teniendo pretensión de verdad indiscutible y voluntad de arrasar con todo el que opine de otro modo o simplemente se queden fuera de su “universo” particular. Ese tipo de universalismo le tiene fobia a la diversidad del universo y por ello pretende dominar lo universal amputandolo, es decir acabando con la parte del universo que no les gusta. Eso, insisto, no es verdadero universalismo.

Por lo tanto que la mayor parte de la gente que me aprecia reaccionen “defendiendome” cuando les digo que soy rara me asusta y más en los tiempos que corren.

Por supuesto ser raro no es garantía de nada. Que el oro sea raro no significa que todo lo raro sea oro, pero de una cosa podemos estar seguros y es que solo lo raro puede ser oro.

La especie humana necesita ser diversa, pues es esa diversidad la que nos permite explorar territorios, realidades, aspectos, vías, perspectivas novedosas. Es la gente “rara” la que nos ha regalado la filosofía de la antigua Grecia, raros eran los primeros liberales que arriesgaron la vida luchando contra el despotismo de su época, raros los cuáqueros que osaron enfrentarse al sistema esclavista entonces imperante, raras las sufragistas gracias a cuya lucha hoy las mujeres, en los países al menos medianamente civilizados, tienen reconocido el derecho a voto y así todo un largo etc.

Por lo tanto, yo que soy rara estoy orgullosisima de ello. No nací para ser oveja. ¿Queda claro?. ¡Pues eso, que soy rara y a mucha honra!

Por suerte para mí he nacido en un lugar y una época en la que me puedo mostrar tal como soy, nadie me va guillotinar como si guillotinaron a Shofie Scholl, esa estudiante alemana que lucho contra Hitler repartiendo a escondidas panfletos contra él, ni me van a crear problemas, como sí pasaría actualmente en amplias zonas del mundo, si me cruzo con un vecino y por ser “rara” allí tengo el “desliz” de permitir que me vea un mechón de mi cabello, ni me van a lapidar si decido casarme con un musulmán como si lo hicieron, su propia gente, con una yazidi

No, yo no recomiendo a nadie en tal tipo de circunstancias que deje ver que es rara o raro.

Y, reconozco que incluso en España existe cierto riesgo si te ven como “demasiado rara”, que conste, pero aunque queda mucho por hacer y lograr, esto en comparación con otros sitios y otros tiempos es casi un paraíso. Dejadme pues que lo aproveche.

Dejadme ser lo que soy, que eso es lo que me gusta ser y solo tengo esta vida para ser. Y, vosotros, por favor, si podéis no me seáis rebaño, que nacisteis humanos, no ovejas. Comprendo que eso asusta pues al salir del rebaño nos quedamos a la intemperie, sin su techo, ni su suelo, ni esas paredes suyas que lo limitan y nos protegen del exterior, pero es que hay riesgos que compensan. Y, sí ya sois raros, entonces felicidades, y de vosotros lo celebraba.

En fin, que no sé si mi amigo al final me comprendió o no, pero que al menos mientras vio el vídeo no paro de reír y eso, al menos, ya es algo :-D


viernes, 4 de noviembre de 2016

Me andaba yo enamorando

Este verano he conocido una persona y me andaba yo enamorando de ella. Poco a poco, sin prisas, pero sin detenerme. Y, yo estaba permitiendo que eso ocurriera, es más lo veía bien, incluso me felicitaba por ello.

Pero esto es algo raro, muy raro, en mi vida. Es raro por una razón, solo una vez me enamore y pague por ello tan atroz y salvaje precio que soy ahora cual gato escaldado que hasta del agua fría huye o al menos eso es, lo admito, lo que fui durante muchos años. Pero lo recientemente acontecido prueba que el pánico en el que yo vivía ante la posibilidad de enamorarme ha desaparecido.



Hoy quiero hablar sobre ello y sobre la decisión que he tomado. Y lo que voy decir seguro que a más de uno y de una le va sonar raro.

No identifico para nada el enamoramiento con el amor o una forma de amor.

El enamoramiento es una borrachera de hormonas causada por, y que a su vez causa, un autoengaño, una ilusión, un espejismo, una mentira.

El enamoramiento es eso que hacemos, y nos ocurre, cuando ante alguien que nos gusta en especial corremos a pintar lo que vemos de esa persona de los colores que más nos gustan. Dice mucho de como es cada cual, pero nada de como es la persona de la que nos estamos enamorando, a esa persona nos la oculta, vela, pues al teñir lo que de ella vemos, esos colores que le proyectamos, tapan los reales.

El enamoramiento es de quita y pon o más bien de pon y quita, viene pero luego se va, puede tardar en irse pero siempre termina marchando. Cuando se va es cuando realmente podemos conocer a la otra persona y a la vez a medida que la vamos realmente conociendo el enamoramiento se va diluyendo ya que ver los colores reales de algo nos impide fantasearlos.

Por supuesto el enamoramiento puede ser una puerta para el amor, a veces lo es, y otras para nada. De hecho el enamoramiento es hasta cierto punto compatible con el amor. Pero el amor que puede estar presente durante un enamoramiento es ese mismo que queda cuando el enamoramiento se va, si no queda amor es que no lo hubo. El amor no es de quita y pon, cuando llega es para quedarse. Puede ir a más y de hecho tiende a ir a más, el amor, pero no sabe, ni puede, ir a menos.

A veces amamos y al conocer mejor a la persona descubrimos que no la amamos, eso es verdad, puede deberse a que estamos confundiendo dos verbos “querer” y “amar” que son muy distintos pero solemos usar como si fueran sinónimos, otras veces se debe a que la persona a la que amábamos no existe, si no que la real es otra, y el amor es fiel, siempre, respecto a lo amado. Si alguien se hace pasar por otro, o simplemente yo le tomo por otro, que yo llegue amar a esa ficción no significa que ame al ser que me la inspira, si luego descubro la verdad mi amor va seguir depositado en la persona ficticia y renegara de la real. De hecho amo, y sospecho que lo mismo le ocurre a los demás, a seres que jamás han existido, me los he encontrado en novelas, películas y por supuesto en confusiones en mi vida cotidiana en las que tome a alguna gente por lo que dicha gente no es realmente.

Ese mar de hormonas que nos inyecta en sangre el enamoramiento a parte de dificultar nuestra visión, comprensión, de la persona real tiene otro efecto. Nos da alas. Nos hace sentir el cielo. Justifica la vida y el ser, en el sentido de que nos hace sentir en armonía con nosotros mismos y con el mundo. Tiñe todo de color hermoso, nos vuelve hasta más puro el aire. Todo lo cual resulta profundamente placentero, como es natural y supongo que puede incluso provocar adicción.

No me falta en mi entorno gente para los cuales la vida cuando no están enamorados es gris, carece de sentido y no se le encuentra valor alguno. Para ser felices necesitan estar enamorados, se les corresponda o no. Pero ese no es mi caso.

El sentido a mi vida se lo doy yo. Nunca he necesitado que nadie se lo de. No siento, por ello, necesidad ninguna de enamorarme. Y, pese a ello me estaba enamorando y disfrutando ese enamoramiento. A sabiendas de que era un autoengaño me parecía oportuno, feliz y satisfactorio. Y, me dejaba hacer y llevar por todo ello.

Lave con ello viejas heridas, emponzoñadas y sin cicatrizar. Ahora si podrán cicatrizar sin que le quede dentro tal ponzoña. Pero hoy he decidido parar el proceso de enamoramiento. O cuando menos lo voy intentar.

No me interesa un enamoramiento no correspondido y menos un trío sentimental en el que llevar la peor parte. Eso me lastimaría y a cambio no me proporcionaría nada. Me he pasado el tiempo siendo a la vez espectadora y protagonista de una película, he disfrutado el espectáculo, pero es hora de abandonar el cine.

En fin, tras darme una ducha en agua fría, (más metafórica que otra cosa), voy dedicarme a conocerle mejor y amarle más.

Es hora de mirar su rostro sin mentiras que me lo velen.