domingo, 27 de marzo de 2016

Reflexionando en Semana Santa

He quedado con dos amigos, voy, pero es Semana Santa y procesión de fieles cristianos me corta el paso, no quiero verme atrapada de ese modo y doy un rodeo, aligero el paso, quiero de ese modo adelantar su cabecera, resulta inútil, la procesión es más larga de lo que imagine, me desplazo buscando su final y poder cruzar la calle, cuando creo que lo encuentro y ya voy a cruzar veo a lo lejos que aun vienen más, pero vienen tan lejos que ni les veo bien las caras y decido cruzar de todos modos, y entonces doy otro rodeo y al fin tras esos dos rodeos llego junta mis dos amigos. No puedo evitar sentirme molesta. Me incomoda por supuesto que me corten el paso y me obliguen a dar un rodeo, pero eso lo entiendo, que yo sepa nadie me obliga a no cruzar una calle de lado a lado cuando la esta atravesando una procesión, es solo que no me parece respetuoso y por ello no la cruzo. Lo que no entiendo en cambio es que siendo tan pocos sea tan larga la procesión, que su longitud sea cuatro o cinco veces la que de verdad necesitan, y eso si que me pareció una falta de respecto de ellos hacia quienes no comparten sus creencias, no lo entiendo, va ser horas después cuando le encuentro una posible explicación. Ya no estamos en los tiempos de mi infancia, ahora participa en ese evento muchísima menos gente, pero ellos siguen manteniendo las mismas distancias, de siempre, entre las distintas esculturas, composiciones, imágenes, pasos o como quiera que se llamen eso que sacan en procesión y cuyo nombre ignoro, pero al ser muchos menos casi toda esa longitud es vació, hueco y no se percatan de ello o no se atreven a percatarse. 


Recuerdo entonces otra procesión de cristianos, mucho mayor, en Madrid. Mientras dudaba que dirección tomar para dar el mejor rodeo posible la pude contemplar y note algo que me sorprendió.
En aquella procesión había dos clases bien distintas de cristianos. Los pocos que la encabezaban en su mayoría parecía exhalar altivez destilada, un sentirse por encima de yo no sé muy bien lo que, tener de altura más centímetros que de pies a cabeza, un poder pisar sin mirar donde pisaban, y sobre todo un “no temor” y un inmenso “no te veo”. Parecían estar allí para ser vistos y usar la procesión de pedestal o escaparate. No todos en la cabecera parecían eso pero de todos los que si me lo parecieron ni uno solo me pareció cristiano. Detrás de ellos, donde iría yo de ser cristiana, venía una gran masa que en nada se parecía a la cabecera, estos, la masa estaban cada uno a lo suyo y un poco a la vez a lo de todos y por ello no se fijaban en si eran vistos o no. A estos sí los tome por cristianos, a los otros por fariseos y sepulcros blanqueados como alguien los llamo una vez.

En Madrid está el único templo del Antiguo Egipto que tienen los españoles, es un regalo que hizo el gobierno egipcio. Fue enviado piedra a piedra y reconstruido, no es por lo tanto una replica. Lo consideran una joya histórica, una señal de amistad y funciona sobre todo como mera atracción turística. Siempre que voy a Madrid tengo una cita con ese templo y más de una si puedo. Pero yo no soy una turista, accedo como todos, a ese espacio, por un lateral pero luego busco situarme y procedo encaminándome, de frente y en linea recta, a la puerta del templo propiamente dicha. Pero el espacio es poco y los turistas muchos, me es imposible hacer eso del modo deseable, me lo impide tanto cuerpo en medio, los tengo que ir sorteando como puedo a la vez que en el camino voy haciendo pues eso que voy haciendo. Y, me consta que no soy la única a la que le ha pasado eso.


Los turistas no tienen la culpa, ignoran que aun queda gente que usa ese templo como templo, estoy segura que en caso de saber lo que hago muchos se apartarían, por respecto, en vez de forzarme a ser yo la que se aparte. Otros en cambio no, esos fariseos...

Y, me pregunto cuantos de todos esos cristianos que formaron esa procesión, que tantas vueltas y reviravueltas dí para no cruzar, en Madrid, se apartarían uno o dos metros, que más no hace falta, para que una pequeña pagana pueda hacer, del modo debido, lo que fue hacer allí.


(Nota: la entrada ha sido publicada el 27 de marzo pero editada el 2 de abril del 2016)

viernes, 25 de marzo de 2016

La diosa de las piernas torcidas

Nosi, que así la llamábamos entonces, fue en aquella época, en opinión de alguno s, la más guapa de aquella facultad universitaria, meracuestión de genes. al menos hasta que llego otra que al parecer la superaba. Esto que no tendría la menor importancia en otras circunstancias viene hoy a cuento para mejor enmarcar lo que os voy contar.

El caso es que cuando la conocí Nosi tenía un secreto, que la obligaba a llevar siempre pantalón. Y, un recuerdo amargo, el de un viaje de fin de curso, una piscina, ella en bikini y la clase entera riendo al ver sus piernas torcidas. De nuevo mera cuestión de genes.

Pero uno de los últimos recuerdos que tengo de ella, que será de unos dos años después que nos conocieramos, es el de Nosi con una minifalda que más que mini parecía una nadi, abrazada a su novio de entonces mientras se reía por lo que el viento insistía en hacer a la nadi aquella. Nada le importaban en ese momento sus piernas torcidas ni que la calle fuera una de las más concurridas.

Pero yo ya sabía de antes que aquel secreto de Nosi ya no necesitaba ser secreto.

Su novio no era el típico macho alfa, pero ya quisieran los machos alfa parecerse a él. Era simplemente distinto y profundo. Casi siempre parecía mirar la vida desde mucho más lejos que los demás y a la vez desde tremendamente más cerca. Un día le recomendó un libro, Yo soy eso, se llama y su autor es Sri Nisargadatta Maharaj, un maestro advaita, una de las corrientes tradicionales del pensamiento hindú, el libro consta de una recopilación de conversaciones realizadas con él. Durante un año entero o más se convirtió en el libro de cabecera de Nosi y no fue poco lo que nos llegamos a reír, sin mala intención, con preguntas ingenuas que le hacían sus discípulos. Ella tenía la costumbre de marcar sus libros poniendo al principio de ellos su nombre y apellidos. Un día ojeando su libro vi que nombre y apellidos habían sido tachados y sustituidos por un pequeño texto, que dejaba muchas cosas claras, “yo, la diosa de las piernas torcidas”. Desde aquel día la nadifalda y el viento ya no tenían nada que contarme que yo no supiera.


Me gusta el advaita, pese a que no lo comparto, tampoco Nosi, ni su novio fueron realmente nunca advaita, pero los tres estamos en deuda con él. “Yo, la diosa de las piernas torcidas” no es un “Yo soy eso”, el advaita no da importancia a esas piernas (que en realidad no eran tan torcidas) por la sencilla razón de que no las considera realmente existentes, para el Advaita nada que nace y muere es real, todos nosotros somos ficción, meros personajes de una obra de teatro, tan reales como lo puedan ser un pato llamado Donald y un ratón llamado Mickey. En cambio creen en un Algo, un Ser, un Eso, una conciencia universal y que no se transforma jamás, existe desde siempre, fuera incluso del concepto espacio o tiempo, y que es totalmente ajeno al mundo, al cosmos, al universo y los seres que viven o creen vivir en él y a todos esos seres, piedras o personas da igual los consideran una ilusión, una fantasía, que hay que rasgar para poder volver a sentir lo que realmente somos y nunca dejamos de ser: Eso.

Para Nosi sus piernas eran reales, y las necesitaba y por ello son importantes, pero nada dicen de ella pues sabe que ella es Eso, como lo somos todos incluido el gato de mi vecina. Pues aunque todos seamos Eso nadie es solo Eso, ni podría existir “Eso” si no existiera a la vez todo lo que no es solo Eso.

El oro capaz de tomar mil formas, pulseras, anillos, medallas, empastes de dientes...

...Ese oro no puede negar la realidad, transitoria pero real, de cada una de esas formas cuando la toma, ni tiene modo de existir el oro si no es precisamente tomando una forma. El oro sin forma solo puede existir dentro de la fantasía. Lo ilusorio no es la forma, por pasajera que sea, lo ilusorio es creer que el oro o la forma puedan existir, ser reales, el uno sin el otro.

El oro es quizá algo más que la suma de su formas posibles, pero no escapa a las leyes de la naturaleza, sin forma no hay oro. Estas palabras no demuestran nada, solo son una analogía, un intento un tanto pueril de ilustrar que para nosotros...

“Eso” es real, cierto, pero gracias a que las piernas de Nosi existen. Ellas le hacen ser.

Rasgar lo múltiple para poder contemplar la unidad es como dejar de mirar a la izquierda cuando se quiere pasar a mirar la derecha o viceversa; más negar lo múltiple, las diferencias, es negar la unidad, la fuente.



No niego el resultado al que la experiencia Advaita nos lleva, es más lo afirmo con ellos, pero sí niego que su interpretación de dicha experiencia sea la correcta. Pues en mi opinión toda forma de conciencia, esa incluida, nace y solo puede estar presente en la vida. Jamás fuera de ella.

...Por eso son tan importantes las piernas de una diosa con cuya falda juega el viento.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Extrema necedad

Cuentan que estando cierto devoto creyente sumergido en sus rezos se le acerco el diablo y tanto se le acerco que el hombre termino percatándose de su presencia, entonces dado que era un hombre de fe segura se dirigió al diablo con estas palabras: “aléjate de mi pues soy fiel siervo de Dios y nada podrás contra mí, ni encontraras modo alguno de engañarme ya que no prestare atención a tus palabras!”. Nada más oír eso la aparición comprendió que en efecto el hombre no le escucharía, por ello se dio media vuelta y se alejo del hombre.

Un sabio que casualmente pasaba por allí y vio la escena le hablo entonces al hombre, “desgraciado”, le dijo, “ese que tú has tomado por diablo y expulsado no era otro que un ángel que el mismo Dios envió para ti”

El cuento me lo recomendaron hace muchísimo, para que nunca olvidara no juzgar hasta haber escuchado antes y recordar que al igual que cualquier otro ser humano siempre corro el riesgo de confundirme y tomar un bien por mal.

Pero tras los sucesos de ayer en Bélgica pienso que hay algo aun peor que confundir a un ángel con el diablo. Y, eso es ser tan extremadamente necio como para confundir al mismísimo diablo con un ángel. Y eso fue lo que ocurrió ayer en Bruselas. Que unos necios escucharon al diablo y confundiendolo con Dios, llevaron a cabo la voluntad del diablo. Y, de ese modo, que no de otro, una treintena de personas han pagado esa, extrema necedad, ajena, viéndose obligados a abandonarnos antes de tiempo.



Por cierto, señores y señoras periodistas, agradecería mucho, pero que muchísimo, que dejaran ustedes, cada vez que pasa algo parecido, de regalarles a esos energúmenos horas y horas de publicidad gratis. Con dar la noticia llega.

jueves, 17 de marzo de 2016

Gustar, desear, querer y amar. No son lo mismo.

Voy dedicar una serie de entradas en el blog a eso que entiendo por amor. No pensaba, pero dado el vital papel que juega he comprendido que si quiero desnudar en el blog, y quiero, mi personal perspectiva vital, esa desde la cual vivo mis días y cada instante debo entonces tratar de clarificar, lo mejor que me sea posible, como veo y como siento el amor. Me va ser imposible hacer eso en una sola entrada, pues son muchas las cosas que decir al respecto, mucho lo que matizar.

En principio diré que en mi opinión el amor, cuando en verdad es amor, nos da alas o cuando menos amplia nuestros horizontes de tal modo que es como si nos las diera, pero a cambio nos carga de cadenas. Que tal intercambio compense o no, como todo en la vida, es cuestión de gustos y preferencias personales.

Pero por desgracia el uso que en castellano se hace de esa palabra resulta extremadamente confuso. Por lo que no me va ser fácil aclarar que entiendo por amor y por lo tanto a que me ando refiriendo cuando hablo de él. Por ello antes de hablar de amor me veo obligada a diferenciar la palabra “amor” de otras que le suelen aparecer relacionadas hasta el extremo de correr el riesgo de confundir los conceptos.

Gustar y desear no son lo mismo.

Ejemplo: que me gusten las fresas no significa que ahora mismo las desee.


Gustar es una condición previa y necesaria pero no suficiente para que se produzca el deseo. El sentido del gusto es eso, un sentido, dulce o amargo, placentero o desagradable, deseable o no. Pero el deseo es una motivación, que nace de nosotros mismos, no un mero sentido. Es el deseo anhelo de eso que sabemos (o imaginamos) nos es agradable experimentar. Es un sentimiento, no un sentido. El gusto puede variar pero es perdurable en el tiempo, el deseo en cambio rara vez perdura y una vez satisfecho tiende a esfumarse.

Gustar y desear tampoco son lo mismo que querer.

Ejemplo: me gustan las fresas, pero en el caso de que ahora mismo las deseara yo aun así podría no quererlas. Pasaría, por poner un caso si me preocupa más la linea que lo que me gustan y deseo las fresas.

Querer significa siempre, cuando hay incompatibilidad, preferir satisfacer el deseo mayor de los satisfacibles. Nace de un sentimiento, desear, pero no es un sentimiento si no una decisión, es la decisión de conseguir la satisfacción de un deseo. Si deseo a la vez ir al cine y al teatro, cosa que puede pasar, pero ambos se dan al mismo tiempo no puede ser que vaya a la vez a ambos, solo puedo estar en un sitio al mismo tiempo, debo elegir, sacrificar uno de ellos en el altar del otro y ese otro es el que yo quiero.

De ese modo puede por ejemplo gustarme la idea de acostarme con tal o cual hombre o mujer, pero aun así lo puedo desear o no y en el caso de que lo desee puedo no querer acostarme con tal compañía.

Si digo que quiero a tal o cual hombre, o aun gato, lo que digo es que quiero lo que ese ser puede aportar a mi vida. Todo querer es siempre un querer para obtener tal o cual cosa. Quiero a mis amigos, por ejemplo al Ingles, lo quiero por su capacidad para hacerme reír, por lo fácil que es sentirme cómoda con él, por que siempre logra hacerme ver aspectos de la realidad en los que nunca me había parado a pensar, por haberse ganado mi confianza y sentirme segura con él y por mil otras buenas razones. Pero todos esos motivos que me hacen querer al Ingles son razones “para” y el día en que desaparezcan lo dejare de querer. Pero todo querer es siempre de quita y pon, depende de lo lo que el ser querido aporte a la vida del que lo quiere ya que lo que de verdad se quiere es lo que se aporta. 


El amor en cambio es otra cosa. Y, ya no tiene nada que ver con lo que ese ser te aporte o deje de aportarte. Amamos por que amamos, sin para que. Independientemente de que lo queramos o no. Su naturaleza nos trasciende. Hace que aquello que queremos pierda importancia al ser puesto junto con lo que quiere el ser amado. Las propias necesidades, anhelos, metas del ser amado pasan a ser vividas como casi tan o tan o incluso más importantes que las propias, es decir mientras el ser querido es una herramienta para la propia satisfacción de quién le quiere, el ser amado es una meta por si misma de modo tal que quién le ama se siente a si mismo como herramienta para la satisfacción del amado.

Voy ver si lo aclaro un poquito:

Un hombre que me quiera muchísimo, tanto que su propia vida no le sirva de nada y hasta le sea un tormento si no me puede tener, en un ataque de rabia, por no poder tenerme, podría llegar a matarme. Eso lo tengo clarisimo.

En cambio un hombre que me ame, incluso aunque sea muchísimo, con locura como dirían algunos, aunque no pueda tenerme jamás me dañara ni un pelo de la cabeza y si le pido ayuda para irme con otro, por mucho que le duela, me la dará. Eso también lo tengo clarisimo.

Pues bien, ambos sentimientos querer y amar pueden y suelen darse simultáneamente. De hecho suele decirse que en toda relación de enamorados uno es el que más quiere y otro el que quiere mejor. Y, es que cada uno de ellos quiere al otro y cada uno se supone que también lo ama, si mucho o poco ya depende. Por eso al darse ambos sentimientos a la vez y acerca del mismo ser nos es, imagino, tan fácil confundir el uno con el otro pese a ser de naturaleza totalmente diferentes y hasta cierto punto opuestos ya que mientras el querer nace de buscar nuestro propio bien ( “sin ti mi vida no tiene sentido” ) el amor nace de sentir el bien del otro ser tan importante o casi o más que el nuestro propio (“tú felicidad es lo más importante para mí).

Y, esa es la forma en que uso esos cuatro verbos, lo que no quiere decir que los castellanoparlantes los suelan usar del mismo modo.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Y, todo fue, solo, por un “ji, ji, que risas”

Ambos tenían 17 años. Ambos tenían la fama de ser los dos mejores alumnos de aquel instituto. Y, ella se enamoro de él. Y, se lo contó a las amigas y todo fue un “ji, ji, que risas”, pero las amigas tenían otras amigas y compañeras y todas tenían hermanos, primos, vecinos, compañeros de pupitre y algunas hasta amigos, por eso pronto todo el patio del instituto fue un “ji, ji, que risas”. Y, bien pronto le llegaron los amigos de él con el “ji, ji, que risas” a contar la historia al mozo de sus amores.

El mozo de sus amores era el hijo menor de unos padres que bastante antes que a él le trajeron al mundo una larga lista de hermanas, sobreproctetoras todas ellas para con él. Pero lo que los padres o no habían sabido hacer o se les olvido hacer o simplemente no les salio de la gana hacer fue educar debidamente al joven. Por eso él sabía cuando decir buenos días y cuando buenas tardes y así lo hacía pero continuaba ignorando lo que es ser un hombre. Por eso se le veía siempre acompañado, de una revista de motos que jamás leía, pues su única misión era ser visto con ella bajo el brazo, y, es que confundía el mozo ser hombre con aparentar ser hombre y ya se sabe que para esa gente las motos son cosa de “chicos” y evidencia de hombría.

Ya os imaginareis, dadas sus peculiaridades, lo que sucedió cuando los amigos le llegaron con le “ji, ji, que risas”, le sentó como una patada donde yo me sé y es que la clase de gente que confunde ser un hombre con aparentar hombría tampoco, digamos las cosas como son, saben diferenciar entre que alguien se ria con ellos y que alguien se ria de ellos.

Mostró enfado, desagrado, desprecio. Y espero sin éxito que eso parara las risas. De esa forma ella supo que su confesión a un puñado de amigas había despertado en él enfado, desagrado y desprecio.
Y, vio como él cada día se mostraba más y más distante. Las miradas de ambos continuaron como venían haciendo desde semanas atrás, antes de que ella hiciera confesión alguna, buscándose la una a la otra y engarzándose cada vez que se encontraban, pero todo lo demás en él, su comportamiento y palabras, desmentían lo que su mirada hacía y decía. Fue un mal curso para los dos, sobre todo para ella, y no lo digo por que ese curso los que habían sido los dos mejores alumnos, como puesto a la vez de acuerdo, suspendieran y se vieran obligados a repetir curso al año siguiente.

Paso el verano, sin que se vieran y volvió el nuevo curso, el mismo instituto, las mismas aulas. Ella había tenido tiempo ese verano de pensar. Decidió que si él no la quería lo único que ella podía hacer era aceptar que eso era así y concluyo que lo que había tomado por miradas engarzadas, dado el claro desmentido de él, no podía ser otra cosa que autosugestión. Consecuentemente decidió pasar pagina lo mejor que fuera capaz, lo seguía queriendo pero se abrió a otras posibilidades.

Al poco de empezar el curso ella comenzó a salir con uno de los dos mejores amigos de él. Ese fue su primer novio, en una época en la que la palabra novio aun se usaba. Por algún misterioso motivo, sucedió a la vez, que sin explicación alguna su reciente novio perdió la amistad, de modo repentino, con el mozo ya que este se negó desde entonces a dirigir la palabra a su antiguo amigo, sin ni siquiera explicar el motivo. Pero sucedió más, a los dos o tres días el mozo deja de asistir a clases, se encierra a casa y durante todo el curso no se le vuelve a ver por las calles, inicia tratamiento psicológico o psiquiátrico (no estoy muy segura si lo uno, lo otro o los dos) y dado que tal cosa le da vergüenza no lo hace donde vive si no a varias horas de distancia en coche. Y, de ese modo va pasando el curso. El mozo acepta visitas en casa de uno de sus dos anteriores amigos, al otro le está prohibido pasarse por allí o llamarle por teléfono. Y, llega el verano y las vacaciones. Él tendrá de nuevo que repetir curso, ella ira a la universidad.

Pero ese verano ella deja a su novio. Y, comienza, por supuesto por casualidad, a salir en plan noviazgo con el otro amigo del mozo, el único que le quedaba, con lo cual, de nuevo sin explicación alguna el mozo le retira la palabra a este otro y ya no le permite ir a visitarle.

Transcurrido el verano llega la universidad. A las dos semanas ella conoce a otro hombre, esa misma tarde se besan y con esos besos se termina el segundo noviazgo de ella y comienza el tercero.
Y, la historia continua, pero edito el texto para aligerar y voy directa al final que me importa:

Hoy, hay un niño, un bebe, con un padre y una madre. Al niño aun no lo conozco, al padre tampoco, y quizá no los conozca nunca, pero a ella sí. La conocí aquel verano en que solía venir por el pueblo con su novio de entonces. Y, pienso que ese niño, probablemente, no existiría de no ser por aquel “ji, ji, que risas”, quizá otro u otros en su lugar, pero él no. Y, pienso que está bien que sea así.


Me alegro por el bebe y si algún día me llegase a leer me gustaría poder decirle entonces que es afortunado, ya que siempre es preferible deber el propio nacimiento a un “ji, ji, que risas” que ser hijo de una mera revista de motos bajo el brazo.


(Nota: esta entrada fue publicada el 16 de marzo y editada el 17)

sábado, 12 de marzo de 2016

¿Por qué este blog es un fake?

No por mi gusto desde luego y voy tratar de explicarme desde su origen y evolución:

El blog nació una tarde, el verano pasado, en el que una camarera y dos clientes, unidos por una vieja amistad, decidieron crear un blog en el que relatar las distintas anécdotas de las que desde largo tiempo atrás venían siendo testigos en aquel local y otros.

Pero una anécdota real, y más si atañe a otros, no se puede contar de cualquier forma, hay que obtener permiso y cuando ya ni se puede pedir permiso, pues ni sabes si volverás a ver a las personas implicadas, contar la anécdota de tal forma que nadie les reconozca en lo que cuentas. Es más, hay gente que te da el permiso sin problema ninguno, pero a la vez te pide que no permitas que se les relacione con ella.

Por lo tanto decidimos crear una ficción dentro de la cual se desarrollarían y serian publicadas dichas anécdotas. Una camarera ficticia, no la genuina, un local ficticio, no el genuino y por supuesto un pueblo también ficticio.

El nick de Lilith fue propuesto por uno de ellos, pues les había gustado su historia cuando la conté unos días atrás. No me gustaba, me parecía demasiado grandilocuente, pero dos son más que una y ese fue el nick que al final adoptamos. Lea, que era mi preferido, fue abandonado.

El nombre del blog tampoco me gusto nada, pero es muy conocido el nexo que siento con el viento y eso inspiro a uno de ellos, y ambos encontraron cursi el que sí me gustaba a mí, luego propuse un retoque al nombre que ellos querían y aunque no en la dirección del blog si lo cambiamos en la cabecera.

En cambio en la estética del blog casi me dejaron absoluta libertad.

Pero eso fue todo, no hubo más, a veces me leen lo que publico, la mitad de las entradas aproximadamente y en seguida me dejaron claro que en realidad eso era todo lo que se podía esperar de ellos. Pensé entonces en abandonar el blog, pero no lo hice. Desde su segunda entrada en la que relato, un trocito de, un intercambio de opiniones sobre como llevar el blog, no han vuelto a influir en su desarrollo. Quizá fue un precio que pague por insistir en meter aquella entrada, no lo sé, pero pienso que no fue eso.



Pero una vez me vi sola ante el blog mi forma de ver el blog cambio. Lo vi como una oportunidad para dar cuenta de cierta perspectiva vital, de un modo diferente de ver la vida, que es el modo que me gusta. De ese modo las anécdotas pasan a tener sentido solo si sirven para ilustrar esa perspectiva y da ya igual si fueron o no vividas en un bar.

Esa perspectiva en mi opinión es claramente pagana, pero ya decía alguien, creo que fue Aristóteles,
que todo el mundo quiere que le hablen en su propio idioma. Pues bien, si quiero que mis palabras tengan una oportunidad de ser escuchadas y luego juzgadas para decidir si valen o no algo, no debo arriesgarme a que sean prejuzgadas y rechazadas de antemano. Por lo tanto no deseo cargar mucho este blog con temas religiosos o esotéricos. Prefiero un caballo de Troya a un ariete. Máximo cuando estoy convencida de que esa perspectiva tiene valor incluso fuera del ámbito del paganismo.
Es decir no escribo para paganos si no para cualquiera que me quiera leer.

Pero para ello cuento cosas que de nuevo son demasiado personales. Cuando se vive en un lugar pequeño, y mañana va haber como siempre que saludar al vecino, no es fácil airear, sin pagar un precio que no quiero pagar, mi relación con el hermetismo, por ejemplo, dado que ese vecino confunde el hermetismo con el satanismo y para colmo de satanismo lo único que sabe es una serie de mentiras y malas fabulas que ha visto en media docena de películas por la tele. Y, pese a ello sigue siendo un buen vecino con el que quiero seguir pudiendo saludarme con normalidad.

Pero no solo cuento cosas privadas mías, también de otra gente. Dama, por ejemplo, podía fiarse de mí sin más, pero dado que ella estaba en el pueblo ambas quisimos que leyera el texto con la anécdota del tabaco antes de que fuera publicado. Autorizo su publicación, pero os aseguro que jamás lo hubiera hecho si pensara ella que la autoria del blog no iba permanecer oculta, pues es tremendamente más celosa de su intimidad que yo. Y, una cosa es que el hecho de que en un momento dado se comporto como una tonta nos haga reír a ella y a mí, y otra cosa muy distinta que quiera que se entere de ello su vecino de enfrente.

Por lo tanto, dado alguno de los contenidos del blog, la “mascarada”, que envuelve o sustenta lo real en él, me sigue pareciendo necesaria. En cambio mi identidad real me parece superflua.

Mis palabras valen mucho, poco o nada, pero ese valor es independiente de quien las pronuncie, escriba o publique. O tienen valor por si mismas o no merecieron ser publicadas y nada hay en mí que pueda cambiar eso.
Pero hay algo más y no quiero engañar a nadie:

Lilith soy yo y me encanta ser Lilith, todos llevamos mascaras y quién diga lo contrario o miente o no se conoce a si mismo. De hecho la propia palabra “persona” deriva directamente de otra del antiguo griego que significa precisamente mascara. Nos ponemos mascaras para interactuar con los demás y a veces, que ya es el colmo, hasta para convivir con nosotros mismos, para no ver lo que realmente somos.





Por eso a la gente le gusta tanto los carnavales. Se ponen una mascara sobre el rostro para poder sacarse la mascara del alma. Y, festejan la libertad así adquirida. A veces la mascara es social no individual, por eso en fin de año alguien puede que venga corriendo a darte un par de besos pero luego, durante el resto del año, ni te salude y pese a ello no fueran hipocresía los dos besos si no falta de libertad y cobardía sus no saludos; fue solo que bajo la mascarada de navidad oso desplegar sus alas, esas mismas que durante el resto del año mantiene ocultas, no sea que se las vayan a dañar.

Yo nunca he sido, de forma publica, tan yo misma como lo soy en este blog, yo que tanto detesto los carnavales, yo que siempre me niego a disfrazarme en ellos, llevo, al igual que hacemos todos, una mascara durante todo el año. Solo me la quito en la ducha y a veces pienso que ni en ella. No siempre es igual de opaca o pesada, pero vivir en sociedad es vivir con ella. Y, a veces necesitamos un antifaz, de encaje o cartón eso da igual, para poder ser realmente nosotros mismos. Es triste que sea así, pero es lo que hay.

Espero con todo ello no estar molestando a nadie. Sé que puedo convertir el blog en privado de tal modo que solo lo puedan, ver y comentar en él, la gente que yo invite a ello y a cuya dirección de correo pida a Blogger enviar la invitación, pero mientras me parezca que no estoy molestando a nadie con el blog, por supuesto, seguirá siendo publico.

Y dicho esto ya no se me ocurre nada más que decir al respecto.

jueves, 10 de marzo de 2016

Conversación con una testigo de Jehová

Aunque es ahora cuando la voy contar, la conversación que voy relatar sucedió una tarde de verano, cuando nacía el blog, desde entonces la he guardado, siempre pensando que la contaría algún día, hoy va ser ese día.

Andaba yo a lo mio, disfrutando un paseo y un sol de maravilla, cuando se acerco a hablarme una mujer de unos 60 años, quizá, muy predispuesta ella y a la vez con cierta timidez.

Había algo en ella que antes de que abriera la boca ya me hizo suponer cual era su “tema” y en efecto lo era. Tras su primer puñado de palabras le sonreí de buena gana a la vez que le avisaba que no era muy recomendable para ella iniciar esa conversación conmigo. Le encanto la sonrisa pero no entendió las palabras, imagino, la buena mujer, poder entender en ellas una advertencia a que perdería su tiempo conmigo. Pero no, eso no era lo que yo le acababa de intentar decir. Y, se lo aclare.

Le reconocí que si ella estaba contenta con sus creencias, que si se acostaba por las noches satisfecha de ellas, si al despertar la ayudaban a sobrellevar el día, entonces esas eran las creencias que ella debía tener y, salvo si fueran intolerantes hacía los demás, yo se las debía respetar. Y, mal favor le haría si permitía que por hablar conmigo le entraran las dudas sobre una fe que a ella le funcionaba bien.


Fue entonces cuando ella sonrió toda feliz, como solo puede hacer una niña, y me reconoció que en efecto estaba muy, pero que muy contenta, con sus creencias. Cosa que era obvia. Pero quiso tranquilizarme asegurándome que nada podía yo decir que la hiciera dudar de tan magnificas creencias. Ingenua a tope, vamos, era la buena mujer. Volví a sonreír y termine por reír, pues encontré muy graciosa a la mujer y aun más su ingenuidad.

Insistí entonces en que no pensaba arriesgarme a tal cosa, por mucho que ella me dijera que la tal cosa fuera imposible. Y la cosa se repitió, con otras palabras pero tal cual, unas tres o cuatro veces más. Ella contándome las maravillas que en su vida obraban sus creencias y lo inquebrantables que estas eran; yo soltando y volviendo a soltar que entonces era las que debía ella tener pero que mejor lo dejáramos no fuera ser que le entraran dudas. Y, entre tales sonrisas y palabras se nos paso un buen rato. Hasta que ella decidió dar un paso más y me pegunto, directamente, que opinaba de la Biblia.



Esa pregunta me dejo “parada”. Y, no me extraña. Siento, en tales circunstancias, pregunta directa sobre temas religiosos, que estoy obligada moralmente a dar mi sincera opinión sobre lo que se me pregunta. Pero responder a la pregunta era precisamente hacer lo que me temía y no quería hacer: destrozar creencias que la hacían feliz. Y, si me pare fue precisamente por eso, para buscar la forma de responder que fuera a la vez sincera y lo más inocua posible para la buena mujer. La pobre debió, o eso me pareció, interpretar eso como que había logrado “tocarme hondo” y que había dado con la puerta de entrada para venderme sus creencias. Pues cometió la imprudencia de volver a hablar sin esperar mi respuesta. Y, me lanzo a bocajarro la afirmación de que como yo sabía “la Biblia todo el mundo está de acuerdo en que es la palabra de Dios”. Fue escuchar eso y romper a reír, pero no como nos habíamos reído antes, juntas, ella y yo. Ahora me reía, no lo pude evitar, con todo mi cuerpo, huesos incluidos. Y, ocupada con mis risas nada dije, aunque vi su rostro y la sorpresa escrita en él y con la sorpresa aun escrita me formulo una pregunta, esta vez nada retorica. Realmente estaba preguntando, quería saber, si no era entonces cierto que todo el mundo cree que la Biblia contiene la palabra de Dios.

Respondí con la verdad, no podía callar ante una pregunta sincera y no me quedaba duda de que esta lo era. Y, a punto estuve de poner ejemplos que seguro todos tenemos en mente, pero no lo vi necesario, ni adecuado, no me los había pedido y yo seguía empeñada en proteger sus creencias de las mías.

… Eso termino con la conversación, la mujer descolocada se despidió amablemente y yendo ya dos o tres metros lejos de mi, acabe de comprender que marchaba ya pero de verdad, y le dije, aunque medio gritando para salvar la distancia, que ya nos separaba, que no olvidara no cambiar sus creencias mientras le funcionaran. Y, lo último que me dijo, también medio gritando, por esa misma distancia, fue que no pensaba cambiarlas.



Y, supongo que no las habrá cambiado, simplemente si le entro alguna duda lo habrá hablado con alguien de su religión al que considere sabio en la materia y este le habrá dicho que no le debe dar importancia a eso ya que del mismo modo que hay quienes se creen Napoleón y terminan en la consulta del psiquiatra siempre hay y habrá quien no crea que la Biblia es la palabra de Dios, pero que lo que importa es que todos los demás si creen que lo es y que esos son los que saben y por lo tanto la opinión que importa. Y, de esa forma tan fácil se habrá quedado la buena señora toda contenta con esas creencias que tan contenta la tienen.

O eso espero.

domingo, 6 de marzo de 2016

Tabaco, vanidad y mentiras

Estoy, para mi desagrado, acostumbrada a ver gente adulta fumando a escondidas de su familia. Y, es que el chantaje emocional, que a veces, pesa sobre las cabezas de los fumadores puede ser muy alto. Pese a lo acostumbrada, siempre me sorprende ver gente hecha y derecha comportándose como adolescentes haciendo novillos y aceptando el chantaje que los convierte en eso al ser aceptado. Yo no podría, de ser ese mi entorno familiar huiría de él ya que en caso contrario terminarían volviéndome loca. Pero la historia que os voy contar es diferente. 


Me la contó entre risas Dama, una amiga, y es su propia historia.

Dama fumaba y fuma, pero un día decidió dejar el tabaco. Lo decidió por la sencilla razón de que le salio de la gana, convencida imagino de favorecer con ello su salud. Y, Dama se sintió orgullosisima de su decisión, tanto que no paraba de presumir de ello y vacilar, sobre el asunto, a todo fumador que se dejara.

Pero las cosas no fueron por el camino que Dama esperaba. No tardo en volver al tabaco. Pero eso representaba ahora un problema social para ella. No por el tabaco, si no por el mucho haber fardado de haber dejado lo que al final no dio dejado. La vanidad, que no la adicción, la había metido en ese lio y atrapada en él se encontraba. Y, Dama me lo contaba entre risas a sabiendas de que lo mejor aun estaba por llegar.

El caso es que Dama volviendo a fumar no quiso pagar el precio de admitir ante los demás que había regresado al pitillo de siempre. Y, decidió que esa era una parte de su vida que ocultaría ante todos los demás. Eso incluía al marido, el fumaba y nunca se había metido para nada con ella por fumar, pero eso a ella le daba igual, solo importaba que ella había presumido ante él de ese “dejar” que termino no siendo tal y la vanidad reclamaba su precio: él nunca, jamás, debería saber que ella había regresado al tabaco. La imagen de Dama debía ser la de esa gran fortaleza de carácter de la que estaba presumiendo. Y, fueron pasando los meses y continuaron pasando hasta que llego el día en que el asunto se descubrió.

Harta de andarse con secretos y dado que no había motivo alguno, bien fundado, para andar con ellos, Dama decidió sincerarse con el marido y le contó que de nuevo fumaba. Fue entonces cuando él, también se sincero con ella y, le dijo que ya lo sabía, se sorprendió Dama, y añadió él que de hecho lo sabía desde hacía ya meses, lo cual la sorprendió aun más. Y, viéndole la sorpresa en la cara, él, continuo diciendo a Dama, que desde hacía meses cada vez que llegaba a casa y pese a estar la ventana abierta él, que fumaba negro, encontraba que la casa olía a rubio. La deducción había sido fácil pues. Dama fumaba y Dama se lo escondía. Y, termino el marido encogiéndose de hombros y diciendo: “pensé que si eso te hacia feliz pues que así fuera” y se paso todos esos meses él simulando no enterarse, para que Dama fuera feliz pensando que lo daba engañado.

De ese modo una, por vanidad, buscaba engañar, y el otro, por amor, la engañaba a su vez simulando ser engañado.

Eso fue lo que paso, esa es la historia, nada más hubo ni falta que hizo.


martes, 1 de marzo de 2016

El gato de mi vecina anda enamorado

Nada más salir de casa me ve la vecina. Que quiere que vea a su gato me dice, que algo le pasa me dice; que anda ella preocupada eso es lo que veo. Tiene al gato en la cocina y mientras me lleva allí me va contando.

Hace unos días que el gato ya no le quiere pasar en la casa más tiempo del imprescindible para comer. Parece ser que se pasa el gato todo el día fuera, noche incluida, que se le va con la gata de la vecina, me dice.



Veo por fin al gato, en medio de las repetidas y reiteradas explicaciones de la anciana. Ella tiene razón, el gato no da abierto los ojos. Los tiene y mantiene entreabiertos, pero no abiertos. Que ella piensa que lo hay que llevar al veterinario me dice y séque está pensando en que se lo lleve yo, y que en algún lado ya tiene el dinero preparado para pagar la consulta, pero yo miro al gato y lo remiro y mi impresión es que el gato se cae de sueño, pero es dormir y no un veterinario lo que necesita. Que esperemos un día propongo y veamos como evoluciona la cosa. Y, en eso quedamos.

Al día siguiente, anteayer, le pregunto, está ahora la anciana feliz, el gato durmió y durmió y siguió durmiendo, y despertó y comió y volvió a dormir y siguió durmiendo y continuo durmiendo. Y, termino pasando la noche en la cocina, durmiendo, y a la mañana siguiente tenia sus ojos abiertos y bien abiertos.

La anciana está feliz pero despotrica contra la gata de la vecina, que es la que se lo lleva. Con frecuencia me he preguntado que habrá en la naturaleza humana para que tantas mujeres echen sapos y culebras contra toda hembra, que sin permiso de ellas, se lleve a sus machos, sean estos marido, hijo, gato o lo que se tercie, me siento. Y hoy es uno de esos días, a la vez que no puedo evitar sentirme identificada con la gata y la termino defendiendo, pues al fin y al cabo, le digo, no a la gata, a la vecina, que la gata, seguro, no le hizo nada al gato que el no quisiera.

Y, eso bien lo sabe ella, más no quiere darme la razón y se calla, pero al callar al menos deja en paz a la gata que ya es algo.

En fin le sonrió al gato que me mira pensando en sus cosas, le hago chiqui-chiqui y se deja hacer, sin dejar por ello de estar más a lo suyo que a lo mio. Vuelvo a mirar a la anciana, sigue cabreada con la gata, lo lleva escrito en la cara. Pero es una cabreada feliz.

Nos despedimos. Me voy pensando en que solo ha ocurrido que la gata logro uno de los prodigios de la naturaleza, transmutar lo que hasta hace poco era un gatito más que un gato en todo un señor gato, revolucionando eso sí sus hormonas.

Y, solo por eso, vivir pasiones y andar en amores, por poco le cuesta al gato terminar en el veterinario.