domingo, 24 de abril de 2016

En noche oscura de naufragios

Hace media hora que se le ha servido la cerveza y aun la tiene sin tocar, habla entre risas pues ese hombre parece solo saber hablar de ese modo. Y, habla de una noche oscura, de barco naufragando y el mar queriendo tragárselo y de como él, ateo como es, rezo.

Vivo en Galicia, en la costa, donde buena parte de los hijos de los marineros son a su vez marineros y con la leche que mamaron del pecho de sus madres ya se les hizo ver, saber, vivir que la patrona de los marineros es la Virgen del Carmen.

Hay otras vírgenes, la Virgen del Pilar, la Virgen del Azogue, la Moreneta, la Virgen de Fátima, la de Lourdes, etc. Pero solo la del Carmen es su patrona, ninguna otra y jamás la confundirán con otra. Solo ella les escucha y solo a ella rezan cuando el mar se quita la dulce mascara y se pone bravo.

Toda mujer de costa comprende eso. Bien sabe diferenciar entre la mar, esa señora, que alimenta a su familia y le permite ver crecer a sus hijos en relativa seguridad y el mar, ese dios sin piedad, que se cobra los dones que regala la mar a un precio desorbitado. Las madres, las hermanas, las hijas, las esposas y hasta las vecinas saben que cuando se ve a un marinero embarcar no es posible saber si se le volverá a ver desembarcar. “No te cases con marinero, niña mía” me decía una vecina a la que el mar se le llevo un hijo y ya no lo devolvió.

Me da igual lo que digan los teólogos en el Vaticano, y a ellos y sus familias aun se lo da más. No se reza a la Virgen del Carmen para que eche a correr y suplicar a Dios salve, este, al marinero. Los teólogos dicen que sí, que es eso lo que se hace, solo Dios tiene el poder de obrar milagros, la Virgen solo el de interceder. Pero en momentos difíciles, cuando ves que el mar se te va tragar no hay tiempo para tales florituras. Se reza a la Virgen para que obre el prodigio, para eso y por eso existe, para obrar el milagro que salve al condenado. Ella es las madres de todos los marineros habidos y por haber hecha una.



Eso es lo que maman de niños, lo que interiorizan, lo que recuerdan incluso cuando parece que no lo recuerdan. Nada saben ellos de teologías, ni conocen la del Vaticano ni mucho menos la mía. Pero saben que en la soledad del mar hay alguien que nunca les deja estar del todo solos.

Y, aun así a veces no regresan y queda la casa vacía de ellos.

martes, 19 de abril de 2016

El dios de mi infancia

La primera persona que me hablo de de lo divino, y tales cosas, fue mi madre. Era yo entonces tan pero aun tan pequeña que no entendí nada. Andaba yo llorando desconsolada una herida recién hecha en una caída cuando ella intento de ese modo consolarme.

Me hablo de un dios y una tal virgen María que vivían en el cielo y me amaban por lo visto un montón y cosas así. No me hablaba de poderes, no era un este lo puede todo, si no de amores consolantes. Pero insisto que no entendí nada. Yo ya sabía por entonces que del cielo si nada lo sostiene todo se cae, mire y mire que podría sostener allá en lo alto a alguien y nada vi, nada salvo montañas circundandonos, colinas más bien, y termine deduciendo que lo que ocurría es que tal pareja habitaba en ellas y dado que no se veían casas por allá deduje que no la tenían.

No demasiado después, no sabría decir cuanto, una noche de truenos, pensé en ellos, los pobres a la intemperie, bajo toda aquella lluvia en una noche fría como aquella. Entonces, y gracias a la luz tenue que mi madre dejaba en el pasillo para evitarme no sé que miedos nocturnos, vi uno de mis pijamas descansando sobre una silla y comprendí lo que iba a hacer.

Y, ahora viene lo difícil explicar lo que hice sin que suene demasiado a majadería. Tome el pijama, volví a la cama y se lo ofrecí a ella, con palabras mudas. Lo acepto encantada, se lo puso y se quedo entre las sabanas, a mi lado, y al ver eso él se vino con ella. La cama era muy pequeña, claro, pero no parecían ellos mayores que yo, ella, por ejemplo, no hizo al ponerse en el pijama ni que la tela en modo alguno se moviera adaptándose a ella. Y, de ese modo, aunque no me quedo otra que dormir en un extremo de la cama, los tres nos arreglamos bien. Yo dormía abrazada a ella y ella a él. Unos días después logre otro pijama, uno muy viejo y ya retirado de uso para él. Al despertar y el ansia me hacía ser la primera en despertar, ellos se iban y yo ocultaba los dos pijamas extra bajo el colchón, muy en el fondo para que mi madre no los descubriera al hacer la cama. Y, la cosa funciono durante un tiempo. Hasta que termino descubriendo el escondrijo. Nada me dijo al respecto, simplemente ocurrió que una noche al ir a sacar los pijamas estos ya no estaban allí. Pero esa noche no llovía ni hacía ya frio y por eso pareció no importar.

Esa fue mi primera experiencia personal con los dioses, tratar de protegerles del frio y la lluvia.

Y, continuo corriendo el tiempo. Mi madre me enseño a leer y a las pocas semanas comencé a ir al colegio. Escuche entonces más sobre dios, que era bueno, todo lo sabia y todo lo podía. La verdad es que no era de esa forma como yo lo recordaba, pero se suponía que aquellos que tales cosas me contaban sabían mejor que yo lo que era o dejaba de ser él. Pero a mi siempre me pareció que dado que yo había estado con ellos y estos otros no mi opinión también debiera contar, cuando menos ante mi misma. Y, ocurrió en esos días, un poco antes o un poco después que escuche hablar de guerra. Por lo visto la guerra era que dos grupos de gentes se dedicaban sistemáticamente a hacerse mutuamente todo el daño que pudieran. Yo no entendía que, dado que existía dios, tal cosa fuera posible. No me atreví a plantear mi duda ante el profesorado, pero con mi madre sí había suficiente confianza. Se lo pregunte.


Cuando le hice la pregunta primero no supo que contestar, luego lo intento. Pero no la contesto. Ni siquiera la entendió. Que dios es una cosa y los hombres son otra ya lo sabía, que lo que ocurre es que los hombres hacen muchas tonterías ya lo había comenzado a sospechar. Pero lo que yo preguntaba es otra cosa. Si dios es a la vez enteramente poderoso, sabio y bondadoso intervendrá cuando alguien, haciendo el tonto, haga daño a otro, y como lo va hacer nadie va ser tan pero tan tonto como para hacer el tonto hasta ese punto pues sabe que dios no lo permitirá. Algo había pues que no encajaba en todo eso. Yo era por entonces una niña, pero no una tonta. Pero hasta que cumplí los 16 años no supe de nadie que se hiciera la misma pregunta. Y, no fue hasta muchísimo después que encontré la respuesta.

Por lo tanto cuando llegue a los 12 años dios era para mí una pregunta, no una respuesta.

Y, fue a esa edad, en clase de religión, en que un sacerdote, buena gente, hombre de fe y no muchas luces, me dejo profundamente boquiabierta.

Nos pregunto a la clase que motivos teníamos para creer que la religión cristiana es la verdadera, nadie supo que responder, sonrió entonces y paso a preguntarnos si la Biblia era una prueba, nadie contesto, volvió a sonreír y afirmo que de eso nada, pues la Biblia era un libro pero había otros libros, bien distintos, que decían ser sagrados y que nada nos probaba que esos libros y la Biblia incluida no fueran un invento humano, una leyenda llego a decir. Y, que lo mismo pasaba con no sé que tradición oral cristiana, que bien podía ser mera leyenda pues de nuevo nada probaba lo contrario. Nada, dijo, salvo ese algo que el sabía y nosotros, por lo visto, no. Y, volvió a preguntarnos que era eso que si probaba la veracidad del cristianismo e indirectamente la de la Biblia. Todo el rato sonriendo, se ve que se lo estaba pasando en grande pues había realmente logrado dejar a la clase de lo más intrigada y atenta a sus palabras


Espero un rato, continuo esperando y finalmente viendo que se daba toda la clase por vencida nos explico cual era esa prueba. Entonces fue cuando me quede boquiabierta. Su “prueba” eran los milagros. Los de Jesús, que no los hubiera podido hacer según él, de no ser dios.

Soy, de siempre, una mente de esas que algunos llaman “primitiva”, por ello para mí entre magia y milagros no hay diferencia y eso que algunos llaman sobrenatural me resulta ser, a mis ojos, la cosa más natural del mundo y jamas entenderé que hacen en esa palabra, que pintan allí, sus cinco primeras letras. Pero si los milagros que Merlín el Mago no me van convencer de que ese tal Merlín sea dios si no un simple mortal con poderes, los milagros de Jesús de Nazaret tampoco me van convencer de lo contrario. Si la magia de uno no me convence de que su historia no sea una mera leyenda, la del otro tampoco me va probar que haya existido y mucho menos que fuera tal y como me lo cuentan. Pero eso no es lo que importa.

Lo que importa es que si las fuentes de información que dices usar tú mismo las calificas de no fiables, entonces no puedes decirme que si aparece en ellas alguien haciendo magia, perdón quise decir “milagros”, ese alguien queda demostrado que es dios y por lo tanto a historia en la que nos cuentan sus milagros es necesariamente verdadera y ya para nada dudosa. Eso lo sabe cualquiera, crea o no en milagros.

Si os cuento una historia en la que el Pato Donald hace milagros, no por ello os vais creer que el pato es Dios, ni que por ser él Dios queda demostrado que la historia que os cuento es verdadera. ¿No? Pues eso.

Qué mi profesor de religión, que además era cura, no se percatara de ello es significativo. Y, destruyo de forma ya definitiva cualquier esperanza mía de encontrar respuestas a determinadas preguntas en el seno de la cristiandad. Hasta entonces yo tenia sospechas pero no argumentos contra la supuesta veracidad de la Biblia.

Los cristianos no saben dar respuesta al problema del mal, los cristianos creen que el mero ser poderoso significa ser dios, los cristianos creen en un libro del que carecen de motivos lógicos para fiarse. Son tres buenos motivos para no ser cristiana.

Y, yo seguía sin una respuesta a mi pregunta.

jueves, 14 de abril de 2016

La mirada invisible

Ocurrió que hallándome sentada en una terraza, con un par de cafés por medio y sendos pitillos, un amigo y yo, coincidió en pasar por allí un matrimonio afable al que ambos habíamos conocido no hace mucho. Y, fuimos cuatro y ya no dos los sentados en aquella mesa sobre la que pronto descansaban, cuando lo hacían, tres cervezas y un solo café. Pero lo que importa fue la conversación.

Me contaba ella las cosas de ellos y yo la dejaba hablar encantada, de siempre he sido mejor escuchando que hablando y tenia ella un buen montón de cosas de esas que realmente vale la pena escuchar. En eso estaba yo centrada en ella cuando el marido, hasta entonces más bien callado, nos interrumpió para decir a ella, con animo celebrante, que la estaba yo hipnotizando con la mirada. 


Fue oír eso y sentirme incomoda. Lo mire a él, y la mire a ella buscando ver si en sus rostros se traslucía que hubiera hecho yo algo indebido. Nada de eso vi, pero si vieron ellos en mí esa incomodidad mía.

Soy persona, en la actualidad, de ojos huidizos, esquivos, muy sensible a que me vean la mirada. De no temer que unas permanentes gafas de sol me delataran, aun más, las llevaría hasta para dormir. Hay un dolor profundo en el fondo de mis ojos, que ni amigos ni enemigos quiero que conozcan o sospechen, unos sufrirían por empatia y para nada útil pues no hay nada que puedan hacer, los otros lo celebrarían y a esos no me place darles ese gusto :-D

Viendo mi incomodidad ambos se sintieron cortados, ninguno quería herirme, fue ella la primera en reaccionar, defendiendo mi mirada de lo que ahora parecía una acusación, parecía haber hecho él algo incorrecto, cosa que no había hecho y salí entonces en defensa de él. No fue una defensa cortes, fue sincera y simplemente honesta. No se trataba de que el no hubiera hecho nada malo, se trataba de que me había prestado un servicio, al describir de ese modo mi mirada me daba información sobre ella que me ayuda a conocerme y pulir mis, muchas o pocas, dotes comunicativas cara a cara. De hecho me estaba dando una perspectiva sobre mi mirada que yo jamás podría tener por mi misma y de ese modo ampliaba mi consciencia de mi misma y del mundo.

Argumento entonces él, más dispuesto a darme la razón antes a ella que a mí y bien dispuesto incluso a aceptar culpas si hacía falta, que en realidad era falso lo que yo decía pues como mínimo de vez en cuando me mirare en el espejo y veo entonces mi mirada. Se equivocaba él, la mirada que tengo ante el espejo no es la mirada que muestro ante otra persona, pues las circunstancias cambian y con las circunstancias la mirada. Y, al final los tres convenimos que en efecto jamás me veo la mirada cuando miro a otro, salvo quizá en cierto modo y a nivel subconsciente en el reflejo de sus pupilas, pero dudo mucho que sea yo tan perspicaz. Por lo tanto él sí me había abierto una perspectiva nueva a la que yo hasta entonces era ciega. Gracias a él, pues, ahora soy un poco menos ciega.

Ocasionalmente, pero varias veces al día, he estado trabajando para tratar de entender esa mirada. Analizo lo que sentía yo en esos momentos para tratar de prever en que circunstancias se me activa esa forma de mirar, y trato de recordar lo que veía en Carmen mientras la miraba de ese manera para ver si puedo hacerme una imagen del modo en que esa mirada es recibida por gente como ella, entre otras cosas sé que esa mirada le mostraba por mi parte un extremo interés en sus palabras y que eso la atraía a seguir contándome más y más. En cierto modo para mí, en esos momentos, solo existía ella y lo que me contaba y estaba absorta en obtener toda la información posible, me interesaba incluso su ritmo respiratorio mientras me hablaba. Por lo tanto reduje tanto mi perspectiva a ella y sus palabras que olvide, en buena medida, puse entre paréntesis, el resto del mundo.

Por eso, extrema concentración y despertar en ella ganas de hablar aun más, termino produciendo en él la descripción de la mirada como hipnótica. Me parece incluso, ahora, que ya es esa una mirada que tengo visto, no por supuesto en mí, en otra gente, una o dos veces en mi vida, más no soy capaz de recordar en que circunstancias, cuando, ni a quien.

Las miradas propias nos desnudan ante los ojos de los demás, las miradas ajenas, en cambio, nos abren al mundo.

jueves, 7 de abril de 2016

Cuestión de perspectiva

Apenas son las cinco de la madrugada pero da igual, despierto, debería seguir durmiendo, pienso, pero he despertado tanto que lo estoy del todo, imposible volver al sueño por hoy. Eso me proporciona unas tres horas sin nada que hacer, horas que quiero llenar con algo que me las haga tener sentido para mí. Y, me pongo a buscar, dentro de mis posibilidades, con que las podre llenar. 


Pienso en ir a la cocina y hacer una infusión, pero lo desecho. No me apetece ir.

Pienso en encender el ordenador, que lo tengo conmigo. En jugar un rato con él, pero no deseo jugar. En ordenar los archivos que baje de Internet, pero ya me pase ayer varias horas haciendo eso y por ahora no hace falta más. En escribir algo para el blog pero no se me ocurre nada o si se me ocurre no lo quiero publicar.

Pienso en mi diario, en abrir la mesilla de noche, sacar el cuaderno del cajón y escribir algo, pero es un algo que me duele tener que escribir, que pospongo día tras día pues no quiero hurgar en la herida. Y, sigo sin querer hurgar. Hoy también lo pospongo.

Pienso en leer algo, pero ya no me queda ninguna novela por leer, de esas que uso para evadirme y distraerme en las horas muertas, que no para otra cosa las compro. Hay sí algo nuevo de filosofía, sociología y hasta algo de psicología, pero no me tientan lo suficiente, estoy despierta, sí, pero sin ganas de perderme en lenguajes raros, descripciones de las salvajadas que los humanos podemos hacernos entre nosotros o incluso a nosotros mismos. No tengo nada de historia por leer, pero me queda un libro, mera colección de citas, por acabar, pienso que como medida desesperada no está mal para unas horas, pero quisiera algo mejor.

Pienso que en otro tiempo podría pasar este tiempo meditando, pero hace mucho que meditar ya solo me aporta dolor, pues me abre al presente y me regresa al mundo.

Pienso en ordenar la habitación, que ya le va haciendo falta, pero siempre me ha repelido hacer eso sin la compañía de la luz del sol.

Desde la perspectiva de “debería estar durmiendo pero ahora no puedo”, miro y nada veo con lo que rellenar de un modo satisfactorio este espacio temporal que de repente se me abrió. Entonces cambio de perspectiva, me digo. Y, dejo de buscar algo útil, satisfactorio, que le de sentido a mi tiempo. Me pierdo en mí, viendo mi persona con todo lo que ello implica, viva en medio de la vida, contemplando como, ante una perspectiva que nada me aporta, como opto por cambiar de perspectiva. Y, mi recuerdo se refresca sobre lo que es la perspectiva, lo que soy yo, lo que es la vida y el vivir. Y, me descubro hablando imaginariamente a una audiencia imaginaria, sobre todo ello. Explorando palabras y su orden, buscando poder decir más y mejor a la vez que trayendo a la memoria, más bien a la luz de la mirada, aquello que pueda tener sentido decir. Y, descubro ahora mismo que no va ser hoy, pues ha ido pasando el tiempo, ya hemos dejado atrás las seis de la madrugada, ya los pájaros cantan hace rato y aun no tengo las palabras ni ideas claras para hablar sobre la y las perspectivas, pero ese es un tema que sí quiero y sí debo tocar en el blog, aunque lo comience hoy, de esta manera, contando como un mero cambio de perspectiva le ha dado sentido a ya más de una hora de tiempo que parecía estar vació y no querer llenarse de cosa alguna, y de que modo empezando por no encontrar nada sobre lo que escribir y querer publicar basto ese cambio de perspectiva para encontrar ese esquivo algo que sí quiero escribir y publicar.

Ahora si adquiere sentido preparar y beber la infusión de la que antes hable, los pájaros y su trino me acompañaran. Simplemente no me la quería tomar sola :-)

… Y, mientras lo hago pensare en perspectivas y palabras

lunes, 4 de abril de 2016

Los sueños de los dioses

Aunque las palabras exactas ya se las llevo el viento, voy contar una historia que alguien me contó:

Al principio Dios estaba solo y dada que estaba solo nada tenia por hacer, por ello dormía.

En su sueño soñaba y soñó y fue que en su sueño vio, bajo un claro de luna, una mujer que en las aguas de una laguna, mientras cantaba, se bañaba y tanto la miro y tanto la escucho que termino con su corazón enamorado. Nunca tal cosa le había ocurrido, de repente en la eternidad algo nuevo había ocurrido. “¿Qué es esto?”, se pregunto, “¿Qué me ocurre?”. Dios no comprendía y eso le alerto y la alerta le hizo despertar. Y, al despertar lloro y no sabía que le hacía llorar. Pero sí sabía una cosa, que nada había más importante que aquella mujer y su canto. Y, entonces Dios tomo una decisión, decidió que la mujer no fuera un sueño, que fuera real, que además de cantar existiera. Y, la eternidad entera obedeció el deseo de Dios, así nació el mundo para que ella pudiera nacer en él. Dios supo de ello, pero vio que no era suficiente, anhelo ver y escuchar sin necesidad de soñar. Y, la eternidad de nuevo satisfizo el anhelo de Dios, y lo convirtió en hombre, para poder amar sin necesidad de soñar. Convertido en hombre Dios olvido ser Dios, olvido incluso la causa del mundo, y hasta su amor olvido, pero el recuerdo que anida dormido a veces despierta. Y, entonces pasan cosas.

“¿Sabes por qué te he contado esto y del modo en que te lo he contado?”, me lo pregunto quien me lo contó con la cabeza negué saber. “Te lo he contado por ser una de las pocas verdades que vale la pena conocer en la vida”, me dijo, “y te lo he contado de este modo y no de otro por ser tú mi nieta y yo tu abuelo, que si fuera tu abuela te habría hablado de cuando la Diosa esta sola y soñó un hombre, bajo un claro de luna, cantar mientras se bañaba en las aguas de una laguna y todo lo que después paso; y sería la misma historia”


Y, entonces el hombre y la niña guardaron silencio y ambos se quedaron contemplando la lapida bajo la cual la tierra guardaba los restos de una esposa y abuela que yo nunca llegue a conocer. Y, sé que aquellas palabras no fueron inventadas para mí si no para ella y que si me fueron dichas fue para hacerme comprender que yo veía una lapida pero no era una lapida lo que veía él.

No sé si él se daba, dio, o no cuenta de que ya nunca olvidaría yo la historia. De que me marcaría incluso mi forma de ver la vida y mi relación con el mundo y los demás, de lo que si estoy segura es que nunca sospecho que a mi vez contaría la historia en un blog. Pero curioseando encontré una entrada en un blog ajeno, que seguro no la entiendo bien o cuando menos no del todo, pero que me ha hecho recordar una vez más lo que le sucedió a Dios cuando en un sueño soñó y todo lo que ocurrió después.

sábado, 2 de abril de 2016

El ciclo de la vida

Ayer lucia el sol, hoy llueve. Mañana quizá de nuevo luzca el sol.

Todo es ciclo.

Contaban los antiguos que antes que la vida pueda ser ya existe eso que llamaban caos, y sobre ese caos, en él, ya esta presente un principio, una fuerza, un poder primordial, nacido del propio caos. Y, ese poder actúa, da lugar al orden a partir del caos, de ese modo nacen las formas coherentes, que se encarnan en la materia y hacen ser al cosmos, al orden, la luz, pero ese cosmos, ese orden, esa luz no destronan al caos si no que son cual pequeña isla en medio de un mar sin limites. Y, es que el cosmos nace y es pero nace y es en el caos. Por ello todo lo que se compone termina descomponiendose, el orden vuelve al desorden, la luz a la oscuridad. Y, vuelta a empezar. Todo lo que nace muere y es precisamente esa muerte lo que sirve de puerta a un nuevo nacimiento. Todo es cíclico, no existe pues caos sin orden, ni orden sin caos


El ciclo de la vida tiene un ayer, un hoy y un mañana; ciclo son los días, las estaciones, los años y las generaciones. Pero no son los ciclos solo en el tiempo, lo son también en cada instante. Ahora mismo, oculto tras las esquinas del orden, se encuentra presente ese caos al que ese orden quiere volver para volviendo poder renacer en un orden nuevo, de ese modo quiere la lluvia agotarse, para poder cesar, busca colmar su medida, y dar así nacimiento a un día sin nubes y puro sol, que a su vez clamara llamando a la lluvia.

En eso consiste el ser de las cosas, humanos incluidos, en ir siendo. No otra cosa es la vida.

Si el caos es inalterable, pura permanencia, ausencia de forma, la vida es todo lo contrario. Es la vida puro fluir, forma que cambia para poder seguir siendo forma, semilla que necesita ser raíz para ser tallo y ser fruto que vuelva a ser semilla. Cada vida, cada fluir, cada forma son adaptación a toda la vida, a todo su fluir, a su momento en el cosmos.


Soy, en el momento oportuno, un fragmento de orden en el caos. Y, a veces hasta me da la sensación que lo comprendo.