Fue con mi madre con la que
aprendí a leer, en casa, pero fue en el colegio donde por primera
vez me pusieron un lápiz en la mano, allí aprendí a escribir. Y,
fue para mí un grandioso descubrimiento la ortografía.
Siempre se me había dicho que era
tonta, era ese el pasatiempo favorito de mi padre, pero nadie parecía
darse cuenta de que la h no se pronuncia, de que me enseñaban a
escribir mal por no saber ellos escribir bien. O, esa pensaba yo que
era la razón. Yo ponía toda h que sabía que gustaba al profesor,
pues eso me facilitaba las cosas, pero lo realmente importante es que
me di cuenta que en realidad no era una tonta, me dijeran lo que me
dijeran al respecto. Yo ponía la h, cedía, pues era la débil
no ellos, pero yo sabía que no hacía falta, ellos en cambio lo
ignoraban, por eso comprendí que no era la tonta, la tonta lo
eran ellos.
Y, cuando me contaron el cuento
del patito feo comprendí, yo no era tonta ni fea, simplemente era un
cisne. O eso pensé entonces. Y, tal y
como lo pensaba lo sentí y deje de sentirme tonta, boba y eso otro
que me llamaba. Eso es algo que le debo a la ortografía, me dio una
seguridad en mi misma capaz de resistir un tifon.
Pero hizo más que eso.
Comprendí el poder de las letras.
Desarrolle mi propia y secreta
ortografía. Comencé a escribir el nombre de mi madre con v pues no
quería que llevara ella un nombre común, ella era distinta y
distinto debía por ello de ser su nombre. Otra cosa me parecía
injusta. Eso fue lo primero.
… Escribir de un modo
determinado el nombre de una amiga yo sabía que le traía suerte y
llenaba un folio con ello, escribiendo una y otra vez. O, eso sentía
y pensaba entonces, o cuando menos eso es lo que hacía. Eso y otras
cosas.
Pero el día en que mi madre
descubrió que escribía su nombre con v...
Ese día algo se rompió. Para
entonces ya me encontraba en plena pubertad y cuando me dijo que era con b,
sin darme cuenta de lo que le decía con ello, conteste que ya lo sabía,
vi primero dolor en sus ojos, luego rabia, le vi en sus ojos que
pensaba que la razón de la v era un acto de desprecio por mi parte y
yo, salida de aquella familia en la que nunca había visto un beso,
no supe decirle que ese era mi modo de besarla. Nada me dijo, nada
dije yo. Pero desde aquella tarde no he vuelto a usar mi ortografía
personal, no al menos de un modo consciente.
...En fin, que hay algo que tengo que
hablar con mi madre.
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