miércoles, 10 de febrero de 2016

Vejez, desesperación, tristeza, soledad

Cuando te dije que había decidido no publicar esa entrada pero aprovechando que estabas allí quería ver que impresión te producía fue para ver hasta que punto era o no solido el motivo que me llevo a esa decisión.

Cuando te vi teñir tu rostro de tristeza, dolor y preocupación pensé que se debía a la historia de la niña. Pero resulto que no. Que esa tristeza y ese dolor y esa preocupación eran por mí.

No hay motivo para ese dolor, ni para esa preocupación, ni para esa tristeza.

Treinta años puede no parecer mucho, pero me hace pensar ya en ciertas cosas, en momentos que llegaran y no quiero que me pillen desprevenida. Pero quizá me exprese mal cuando escribí el texto.
No era desde luego mi intención parecer vieja, ni triste, ni desesperada, ni sola.



Es cierto que ya no me siento joven, pues es posible que no me queden en condiciones otros treinta, pero en realidad casi desde siempre he vivido consciente de cada día puede ser el último y por ello poco me preocupa eso. Me preocupan otras cosas. Me duelen otras, no eso.

En cuanto a desesperada, bueno, desesperada sí ando bastante. Pero eso no es necesariamente malo o al menos es a la vez buena cosa y voy tratar de explicarme:

Mi infancia me resulto soportable gracias a que tenia la esperanza de que algún día las cosas cambiarían y sobre todo dos anhelos, sueños, míos se cumplirían. Muchas cosas han cambiado, pero esos dos sueños, eso para y por lo que viví, hoy sé que jamás se cumplirán. Eso es lo malo. Lo bueno es que desde que lo sé ,y veo en ello vana toda esperanza, las energías que invertía en alcanzarlos pues ya no las invierto. Ya no busco lo inalcanzable, lo cual me deja más capacidad libre para ir tras lo que sí es alcanzable. Es triste y desesperante, cierto, pero es mejor eso que seguir equivocada persiguiendo lo que no se puede lograr.

Nunca podré salir a la calle y decirme a mí misma que la gente con la que me cruzo es mi gente. No soy una de vosotros, jamás lo he sido y jamás lo seré. Nunca ha existido, ni existe, esa sociedad y cultura en la que me pueda sentir integrada. Quizá algún día, dentro de mil años pero no ahora.

Vuestras culturas, Rafa, oprimen, falsean y deforman la vida. Eso es lo que de verdad pienso y lo que de verdad siento. Solo os puedo parecer una de vosotros cuando os engaño, cuando me oculto, cuando guardo silencio. Que aprecie profundamente a la gente y a la humanidad en general no significa que me guste su forma de ser, no me gusta como es la gente, odio tener que vivir entre vosotros pero escondida de vosotros. Por lo tanto soledad toda, eso es lo que siento, incluso cuando me ves acompañada.

Tristeza...

Bueno, lo de la alegría es una asignatura que tengo pendiente, eso lo admito. Pero mi alegría no puede ser una alegría que venga de las circunstancias, ya que las mías no la favorecen, tienen que venir mis alegrías del interior, no de fuera, y supongo que un año de estos me pondré a la tarea.

Pero nada de eso importa, soy como soy y me gusta como soy, el modo en que veo la vida y la manera en que la vivo. Y, no la cambiaría por ninguna otra.

Sarna con gusto no pica, y si esto fuera sarna, que no lo es, entonces bendita sea.

Por eso no hay motivo para dolerse ni preocuparse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario