martes, 19 de abril de 2016

El dios de mi infancia

La primera persona que me hablo de de lo divino, y tales cosas, fue mi madre. Era yo entonces tan pero aun tan pequeña que no entendí nada. Andaba yo llorando desconsolada una herida recién hecha en una caída cuando ella intento de ese modo consolarme.

Me hablo de un dios y una tal virgen María que vivían en el cielo y me amaban por lo visto un montón y cosas así. No me hablaba de poderes, no era un este lo puede todo, si no de amores consolantes. Pero insisto que no entendí nada. Yo ya sabía por entonces que del cielo si nada lo sostiene todo se cae, mire y mire que podría sostener allá en lo alto a alguien y nada vi, nada salvo montañas circundandonos, colinas más bien, y termine deduciendo que lo que ocurría es que tal pareja habitaba en ellas y dado que no se veían casas por allá deduje que no la tenían.

No demasiado después, no sabría decir cuanto, una noche de truenos, pensé en ellos, los pobres a la intemperie, bajo toda aquella lluvia en una noche fría como aquella. Entonces, y gracias a la luz tenue que mi madre dejaba en el pasillo para evitarme no sé que miedos nocturnos, vi uno de mis pijamas descansando sobre una silla y comprendí lo que iba a hacer.

Y, ahora viene lo difícil explicar lo que hice sin que suene demasiado a majadería. Tome el pijama, volví a la cama y se lo ofrecí a ella, con palabras mudas. Lo acepto encantada, se lo puso y se quedo entre las sabanas, a mi lado, y al ver eso él se vino con ella. La cama era muy pequeña, claro, pero no parecían ellos mayores que yo, ella, por ejemplo, no hizo al ponerse en el pijama ni que la tela en modo alguno se moviera adaptándose a ella. Y, de ese modo, aunque no me quedo otra que dormir en un extremo de la cama, los tres nos arreglamos bien. Yo dormía abrazada a ella y ella a él. Unos días después logre otro pijama, uno muy viejo y ya retirado de uso para él. Al despertar y el ansia me hacía ser la primera en despertar, ellos se iban y yo ocultaba los dos pijamas extra bajo el colchón, muy en el fondo para que mi madre no los descubriera al hacer la cama. Y, la cosa funciono durante un tiempo. Hasta que termino descubriendo el escondrijo. Nada me dijo al respecto, simplemente ocurrió que una noche al ir a sacar los pijamas estos ya no estaban allí. Pero esa noche no llovía ni hacía ya frio y por eso pareció no importar.

Esa fue mi primera experiencia personal con los dioses, tratar de protegerles del frio y la lluvia.

Y, continuo corriendo el tiempo. Mi madre me enseño a leer y a las pocas semanas comencé a ir al colegio. Escuche entonces más sobre dios, que era bueno, todo lo sabia y todo lo podía. La verdad es que no era de esa forma como yo lo recordaba, pero se suponía que aquellos que tales cosas me contaban sabían mejor que yo lo que era o dejaba de ser él. Pero a mi siempre me pareció que dado que yo había estado con ellos y estos otros no mi opinión también debiera contar, cuando menos ante mi misma. Y, ocurrió en esos días, un poco antes o un poco después que escuche hablar de guerra. Por lo visto la guerra era que dos grupos de gentes se dedicaban sistemáticamente a hacerse mutuamente todo el daño que pudieran. Yo no entendía que, dado que existía dios, tal cosa fuera posible. No me atreví a plantear mi duda ante el profesorado, pero con mi madre sí había suficiente confianza. Se lo pregunte.


Cuando le hice la pregunta primero no supo que contestar, luego lo intento. Pero no la contesto. Ni siquiera la entendió. Que dios es una cosa y los hombres son otra ya lo sabía, que lo que ocurre es que los hombres hacen muchas tonterías ya lo había comenzado a sospechar. Pero lo que yo preguntaba es otra cosa. Si dios es a la vez enteramente poderoso, sabio y bondadoso intervendrá cuando alguien, haciendo el tonto, haga daño a otro, y como lo va hacer nadie va ser tan pero tan tonto como para hacer el tonto hasta ese punto pues sabe que dios no lo permitirá. Algo había pues que no encajaba en todo eso. Yo era por entonces una niña, pero no una tonta. Pero hasta que cumplí los 16 años no supe de nadie que se hiciera la misma pregunta. Y, no fue hasta muchísimo después que encontré la respuesta.

Por lo tanto cuando llegue a los 12 años dios era para mí una pregunta, no una respuesta.

Y, fue a esa edad, en clase de religión, en que un sacerdote, buena gente, hombre de fe y no muchas luces, me dejo profundamente boquiabierta.

Nos pregunto a la clase que motivos teníamos para creer que la religión cristiana es la verdadera, nadie supo que responder, sonrió entonces y paso a preguntarnos si la Biblia era una prueba, nadie contesto, volvió a sonreír y afirmo que de eso nada, pues la Biblia era un libro pero había otros libros, bien distintos, que decían ser sagrados y que nada nos probaba que esos libros y la Biblia incluida no fueran un invento humano, una leyenda llego a decir. Y, que lo mismo pasaba con no sé que tradición oral cristiana, que bien podía ser mera leyenda pues de nuevo nada probaba lo contrario. Nada, dijo, salvo ese algo que el sabía y nosotros, por lo visto, no. Y, volvió a preguntarnos que era eso que si probaba la veracidad del cristianismo e indirectamente la de la Biblia. Todo el rato sonriendo, se ve que se lo estaba pasando en grande pues había realmente logrado dejar a la clase de lo más intrigada y atenta a sus palabras


Espero un rato, continuo esperando y finalmente viendo que se daba toda la clase por vencida nos explico cual era esa prueba. Entonces fue cuando me quede boquiabierta. Su “prueba” eran los milagros. Los de Jesús, que no los hubiera podido hacer según él, de no ser dios.

Soy, de siempre, una mente de esas que algunos llaman “primitiva”, por ello para mí entre magia y milagros no hay diferencia y eso que algunos llaman sobrenatural me resulta ser, a mis ojos, la cosa más natural del mundo y jamas entenderé que hacen en esa palabra, que pintan allí, sus cinco primeras letras. Pero si los milagros que Merlín el Mago no me van convencer de que ese tal Merlín sea dios si no un simple mortal con poderes, los milagros de Jesús de Nazaret tampoco me van convencer de lo contrario. Si la magia de uno no me convence de que su historia no sea una mera leyenda, la del otro tampoco me va probar que haya existido y mucho menos que fuera tal y como me lo cuentan. Pero eso no es lo que importa.

Lo que importa es que si las fuentes de información que dices usar tú mismo las calificas de no fiables, entonces no puedes decirme que si aparece en ellas alguien haciendo magia, perdón quise decir “milagros”, ese alguien queda demostrado que es dios y por lo tanto a historia en la que nos cuentan sus milagros es necesariamente verdadera y ya para nada dudosa. Eso lo sabe cualquiera, crea o no en milagros.

Si os cuento una historia en la que el Pato Donald hace milagros, no por ello os vais creer que el pato es Dios, ni que por ser él Dios queda demostrado que la historia que os cuento es verdadera. ¿No? Pues eso.

Qué mi profesor de religión, que además era cura, no se percatara de ello es significativo. Y, destruyo de forma ya definitiva cualquier esperanza mía de encontrar respuestas a determinadas preguntas en el seno de la cristiandad. Hasta entonces yo tenia sospechas pero no argumentos contra la supuesta veracidad de la Biblia.

Los cristianos no saben dar respuesta al problema del mal, los cristianos creen que el mero ser poderoso significa ser dios, los cristianos creen en un libro del que carecen de motivos lógicos para fiarse. Son tres buenos motivos para no ser cristiana.

Y, yo seguía sin una respuesta a mi pregunta.

2 comentarios:

  1. Creo y yo, diría yo, mejor, no tomo al cristianismo como lo que dice la política o la teología, sino lo que dice mi interior, yo creo que básicamente el bien y el mal son como dos muletas que sirven para hacerse notar, ver, sentir, vivir, Vivir.
    Tan bueno es el bien como el mal, tan humano y tan divino, pero no por ello dejamos de huir del mal cuando no nos es grato, pero sobreviviendo a ese mal encontramos el bien, inmediatamente. Esa es la razón de ser de la Mujer y del mal. Que no de las mujeres.

    Vicent

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  2. Por cristianismo, según el contesto en el que use esa palabra, entiendo cosas diferentes. Hay un cristianismo que admiro, otro con el que simpatizo, otro que me es indiferente y aun hay otro que temo. El que admiro hoy apenas sobrevive, los otros cristianismos se lo cargaron en su día junto con el paganismo. Es ese un cristianismo alejado de discursos profanos, teólogos incluidos, que nace y habita en el interior de esa clase de cristiano, que se sumerge en el misterio y anhela la realización misterica.

    En cuanto al bien y al mal me parece que lo explicas muy bien. Es eso mismo que señalas, o más o menos, lo que opino hoy en día. Tengo pensado escribir algo al respecto más adelante, aunque no sé si hablar o no antes del dios de mi juventud.

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