jueves, 19 de julio de 2018

El gatito perdido

Me la encuentro mirando la huerta, me ve, la noto alterada ya en su forma de verme. Me pregunta si vi su gato. No el gato del que una vez hable, ese ya no esta entre nosotros, se lo mataron. El gato nuevo es un gatito que hasta hace bien poco aun mamaba, color café, con las orejas, el rabo y las patas negras. Un ser feliz, maravillado con la vida y en plena exploración de ella. Hoy no lo he visto.

El gatito se le perdió, me dice. Lleva largo rato buscando buscando por él y no lo encuentra. La mando a su casa, que ya me encargo yo, le digo. Y, comienzo a buscar. Nada, sigo buscando, y nada de nuevo, amplio la búsqueda y de nada me sirve, desando lo andado por si él no estaba pero ahora sí donde antes ya busque y nada de nuevo. Sigo buscando, pregunto a la gente, nadie lo ha visto. Le busco incluso donde un gatito se supone que difícilmente daría llegado, por todos los coches que hoy hay en las carreteras, demasiadas que atravesar si no se sabe mirar antes a derecha e izquierda, pero aun así las atravieso y miro y busco tras ellas. El gatito sigue sin aparecer. Vuelvo a desandar lo andado. Paso mi casa, llego a la suya, entro, miro arriba y abajo por su huerta y nada, me ve y la veo, voy hacia ella, le doy la mala noticia, por otro lado obvia, de que no lo he encontrado. Me dispongo a repetir la búsqueda, y entonces me parece que lo oigo, maullando, entramos en la casa, los maullidos vienen de la cocina, de una alacena donde ella guarda las cosas del desayuno, y que tiene cerrada. La abrimos y el gato sale de ella.

Había, seguramente entrado, me dice ella, sin que lo viera entrar cuando se preparo el desayuno y luego al cerrar la puerta de la alacena el gato quedo atrapado dentro. Después ella lo hecho de menos, miro y no lo vio, salio a la calle y se lanzo a su búsqueda.

… Y, es que a veces, pienso, que buscamos lejos lo que en realidad tenemos muy cerca. Y, solo por ello se nos vuelve ya imposible de encontrar.

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