Es en la noche, como ahora,
cuando todo es silencio y oscuridad, cuando la luz no es otra cosa
que un puñado de luces, débiles y sitiadas por un mar de negrura
que las amenaza y acosa, es entonces, cuando alzar la voz suena a
blasfemia, que siento lo que ahora mismo siento. Siento entonces que
en lo más profundo de mi alma brilla una luz que ilumina sus bordes
y es bajo esa luz que siento algo que muy rara vez siento. Siento que
todo esta bien y que el mismísimo Universo sonríe y esa sonrisa me
cala hasta los huesos. Y, siento entonces, como siento ahora, que
todo mal, todo sufrimiento, toda angustia y todo dolor están
justificados en su existencia, pues el Universo no es otra cosa que
la lucha eterna entre la justicia y la angustia, y ni los dioses
pueden hacer que sea de otro modo. Pero que la lucha sea inevitable y
mil derrotas se vivan cada día y mil más y otras mil y aun más, no
significa que de igual de quien es la victoria y de quien la derrota.
En este mismo momento que esto
escribo o alguien me lee hay incontables animales que están siendo
devorados vivos en las fauces de otros animales que lo necesitan para
sobrevivir. Y, se que en este mismo momento hay madres que están
enterrando a sus hijos y tantas o más madres que no tienen pan
suficiente para llenar la boca de esos hijos. Sé que en este mismo
momento hay multitud de seres humanos escondidos, perseguidos,
rezando para no ser encontrados, pasando frio, miseria y miedo por
capricho paranoico de otros humanos. Sé por supuesto eso y más de
mil cosas más, muchas de ellas peores aun que esas. Claro que lo sé.
El espíritu de la Angustia es poderoso, inmensas son su fuerzas,
terrible su poder y no hay mortal que no conozca su dentellada, yo le
conozco bien, somos viejos enemigos él y yo. Que su existencia y
labor sea imprescindible para que el Universo, la vida y nosotros
mismos existamos no significa, para nada, que nos llevemos bien él y
yo.
Cuando en la noche toda frontera
tiembla, se difumina, se disuelve, por efecto de ese silencio, de
tanta oscuridad, es entonces sí, cuando me parece toda angustia
justificada pero para nada me parece por ello menos combatible. Pues
si necesaria es la Angustia también necesaria es la justicia y la
lucha entre ellas trae en ocasiones amargos frutos, es verdad, pero
en otras son dulces sus frutos y es en noches como esta que también
siento la llamada más que nunca a tratar de morder la yugular de mi
vieja enemiga, a segar de raíz su fuerza, a demoler hasta a su misma
sombra. Anhelo castrar su poder, someter su devenir a un yugo que
obligue a toda su fuerza a sembrar trigo en vez de cizaña.
Es en noches como esta que
siento a Mitra más cerca. Cuando menos me importa ser derrotada,
pero es también cuando más me importa tratar de vencer una o dos
escaramuzas, alguna que otra batalla, salir airosa de alguna campaña.
No busco la victoria absoluta, se que ni los dioses la pueden
esperar, busco las pequeñas cosas, esas victorias pequeñitas que
puedan estar a mi alcance, lograr que el reino de la angustia sea un
poco más pequeño de lo que sera si no ayudo a quitarle un trocito a
su imperio.
Si soy derrotada el Universo
continuara sonriendo, el no puede tomar partido, es fruto del combate
y no parte de él, y yo, entonces, vencida, me refugiare en su
sonrisa para que la derrota me duela menos. Si salgo victoriosa
entonces seré yo la que lo invite a él a participar de mi sonrisa.
El 24 de Diciembre se encuentra
ya a las puertas y vendrá la noche en cuyo momento más oscuro va
nacer el alba del 25 de Diciembre. Entonces, como cada año,
celebraremos el nacimiento mítico del dios Mitra. Esta vez, como
suele ocurrir cada año, llegare a esa celebración un poco menos
tonta y menos ignorante que como llegue el año anterior, esa es ya
una victoria. Pero tengo hambre de más.
De mucho más, sobre todo en
noches como las de hoy, en las que el Universo sonríe y todo parece
estar bien, pero parece también que aun puede estar mejor a poco que
le ayudemos.
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