Yo no soy budista, no sirvo para
ser budista; no soy cristiana, no sirvo para ser cristiana. Soy
pagana o eso me parece ser. No sirvo para huir de la vida buscando
refugio de ella fuera de ella.
Para mí la vida es un campo de
batalla, en el que me encuentro y lucho por aquello que amo y en el
que a mi lado se encuentran fuerzas que me son aliadas y la vida me
pone, y fuerzas que se me oponen y también es la vida la que me las
pone a mi lado. Y, a veces gano, y a veces pierdo. Y, celebro mis
victorias y lloro mis derrotas.
Por estas fechas, acercándose ya
el 25 de diciembre a pasos agigantados, siempre me pongo triste. Es
la época del año en que hago examen de mis derrotas de ese año y
más me pesan las de otros años, centro mis días en ver donde y en
que he de rendirme, donde y en que he de seguir luchando y donde y en
que he de iniciar nuevas luchas. Y, me duele cada una de esas
rendiciones, sí, pero aquel que no se sabe rendir a tiempo, cuando
lo que toca es rendirse, no conserva sus fuerzas, las agota en un
batallar inútil que ya tiene más que ver con la ceguera que con el
deseo de vencer y una vez perdidas esas fuerzas ya no las tiene para
continuar otras luchas o iniciar otras nuevas en las que quizá si
sus fuerzas son suficientes, si su destreza está a la altura, si su
perspectiva es correcta o no demasiado errada y a poco que la vida le
ayude más que le obstaculice, bueno, en fin, que quizá en ellas si
pueda vencer, pero necesite para ello esas fuerzas que no se deben
usar a la ligera, malgastar en actos y actitudes que puedan parecer,
quizá, heroicas pero yo no busco ser heroína en nada ni de nada, lo
que busco es el mayor numero posible de victorias en aquello que amo
y sufrir en menor numero posible de derrotas; lo de pasar o no por
héroes se lo dejo a otros. Pero no solo me entristecen mis derrotas.
Yo no lucho por capricho. Lucho
por lo que amo. Lucho cuando lo que amo es aplastado por la vida o lo
que hay en la vida. Y ver aplastado lo que amo me hace llorar, por
eso cuando lucho lloro. Y en estas fechas, como todos los años por
ellas, yo veo mucho, pero muchísimo, de lo que amo aplastado por
botas sucias y estúpidas y entonces claro que me pongo triste y
claro que incluso lloro.
No todos mis amores son iguales,
los hay de un tipo, de otros, más grandes o no tan grandes y los hay
hasta más bien pequeños; tampoco todos esos aplastamientos que
sufren son iguales, los hay que son aun peores y mayores que otros.
No todos los pisotones me duelen igual.
Me duele Alepo y todas las
mentiras que los unos, los otros y los demás allá nos cuentan para
que sigan siendo lo que hoy es. Me duele un niño llamado Aylan,
muerto ahogado, y todos esos europeos que ante esa muerte se lavan las manos como dicen que hizo un tal Pilatos en su día, incapaces de
dar asilo a aquellos que huyen de esas salvajadas, sean en esa ciudad
o en cualquier otra parte del mundo; me duele la anciana muerta en el
incendio de su casa por no poder pagar la luz y verse obligada a usar
la vela encendida que prendió el fuego, en un país en el que nadie
tenia la necesidad de dejarla sin luz. Me duele una hermana, una
amiga, cuyo nombre quizá jamás llegare a saber, ni su rostro
conocer, asesinada por su propia gente cuando la consideraron
merecedora de ello por casarse con un hombre de otra religión, ya
hace unos años que la mataron, es verdad, pero es que aun de vez en
cuando me cruzo con gente que prefiere sonreír a sus asesinos,
darles la mano y llevarse bien con ellos que decirles lo que les
diría cualquier persona decente. Me duele que nos guste a los
humanos tanto, pero tanto, vivir en la propia estupidez, ya que todas
esas muertes nacen de esa estupidez, no de otra cosa. De la vana
estupidez humana. La estupidez las causa, la estupidez las permite y
si pensáis que es otra cosa, el ego por ejemplo, es que aun no os
habéis parado a mirar,
que tras eso que llaman algunos
ego se esconde la estupidez enmascarada tras él y moviendo los hilos
cual si no fuera otra cosa el ego ese que una marioneta.
No, el problema no es el ego, hay egos sanos que para nada necesitan hacer daño estúpido.
El problema es la estupidez, eso y
que la vida incluso aunque no deja de ser un jardín de rosas sus
rosas tienen espinas y a veces nos pinchamos, cosa de la que doy fe
pues para colmo ando yo estos días muy pinchada.
Por eso estoy triste. Pero a ver
ahora como les digo yo, a la gente que me aprecia y me lo notan, que
no pasa nada, que es solo una fase que necesito atravesar como se
debe atravesar el invierno para alcanzar la primavera y llegar al
verano. Que necesito que me dejen estar triste en paz, en lugar de
acosarme con sus argumentos falaces sobre como dejar de estar triste
(¡qué ni que fuera una enfermedad!) y paren ya de intentar
someterme a chantajes emocionales para tratar, sin que les vaya a
funcionar, de obligarme a ponerme alegre o cuando menos pues menos
triste.
Básicamente suscribiría cada una de sus palabras, incluso mi también tristeza.
ResponderEliminarEntonces nos entendemos Vicent :-)
EliminarMe uno al club. Precioso Lilith.
ResponderEliminarPues ya somos tres :-)
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