domingo, 20 de diciembre de 2015

La vida no es justa

La vida no es justa y parece ser que eso es lo que cada noche de este invierno a mi vecina le dice su gato. Que no es justa. No cuando tras dejarle dormitar en la cocina, en su cajón sobre los restos de una vieja manta, ella decide acostarse y entonces lo toma en brazos, entre mil protestas del animal que sabe ya de que va la cosa, y abre la puerta y lo lleva fuera, bajo el cubierto de tres paredes y techo y allí lo deja sobre otro cajón que contiene la otra parte de la manta y es que no quiere ella arriesgarse a que le haga el gato, durante la noche, un estropicio en la cocina. Pero él, que de tales cosas nada entiende, hay algo que tiene claro: la vida no es justa: se duerme mucho mejor caliente al lado de la cocina y aunque él no le dice, nunca, a ella donde ella ha de dormir ella sigue empeñada en que él, al irse ella para cama, en la cocina no se puede quedar. Y, me lo cuenta ella dandole la razón al gato.



...Un día de estos tengo que acordarme de comprar arena para gatos. Solución mágica donde las haya. Que no quiero yo que un gato tan amistoso haya de soportar tan sistemática injusticia, ni que la anciana se vaya noche tras noche para cama sintiendose ella tan mal consigo misma.

Y, ojala, si alguna vez alguien se me encuentra y me ve cual gato, de arena necesitada, se acuerde y quiera comprarme un saquito.

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