Lo que voy relatar aconteció esta
misma noche en la que ahora lo escribo, pero ignoro cuando lo
publicare, puede que tarde en llegar el día y puede incluso que esta
entrada pase a formar parte de mi colección personal de entradas
autocensuradas, que no me para de crecer.
Ocurrió entre dos mesas de una
misma terraza, en un local de donde vivo. En una de ellas había un
grupito sentado, otro en la otra. Hombres y mujeres. Alguno alegre
con ayuda del alcohol y muy poco amigo de encadenar la lengua,
usuario hacía un momento de una de las mesas y ahora sentado en la
otra va y le suelta un piropo, en plan informativo y buen rollo, a
una de las mujeres de la otra mesa, literalmente fue algo como “tal,
estas igual de guapa que siempre”. Pero, antes de seguir, hay que
enmarcar esto en su contexto.

No fue un piropo al uso, tal te lo
puede soltar un desconocido cuando te lo cruzas en la calle. La chica
aludida, la voy llamar así pese a estar ya a solo dos pasos de los
cincuenta, fue en su momento, durante mi adolescencia, un modelo de
mujer en el que por diversos motivos, no solo esa belleza, nos
miramos muchas y me consta que no fui la única que se dijo a si
misma “yo cuando sea mayor quiero ser como tú”. Era alguien, y
sospecho que lo sigue siendo, que polariza, por algún para mí
inescrutable motivo, las reacciones de la gente hacia ella, son
muchos, pero muchos y muchas, las que se sienten impactados ante ella
o bien positivamente o bien negativamente y lo sabe. Nunca he sabido
de nadie ante quien sea tan fácil perder la neutralidad como lo es
ante ella. Sea como sea todo esto parece guardar relación a la vez
con su belleza física, mera lotería de los genes, y su
personalidad, puro merito suyo; otra en su lugar, con ese mismo tipo
de belleza, desde luego no impactaría de esa forma.
De que modo reacciono esa chica al
piropo no lo puedo decir, pues la melena de una tercera mujer me
impedía ver su cara y nada dijo, en momento alguno al respecto, pero
me parece poder deducir, por la reacción de la amiga, y de modo
consecuente con la intención del hombre, que lo hizo de modo
positivo, alegrándose de oír lo que estaba oyendo. La amiga
reacciono reconociendo que el hombre tenia razón, pero dijo algo más
que me choco, afirmo que eso era natural ya que las mujeres cuanto
más avanzan en edad más hermosas se vuelven, e insistió una y otra
vez en ello, en lo uno y en lo otro, piropeando ella a su vez de ese
modo a la chica. Y, durante un momento ambos, la amiga y el hombre
alegre, se intercambiaron mensajes reiterando lo afirmado, de un modo
que me parece que salvo a otra mujer que también estaba alegre a
todos, incluida la propia chica supongo, nos sonó aquello a un “nos
parece que te va hacer bien saber que nosotros, pese a tu edad, te
seguimos viendo como un paradigma de belleza”, vamos que tenían
aquellos piropos un descarado olor a piropos compasivos, bien
intencionados, y no creíbles aunque sí, cosa curiosa, sinceros y
honestos.

Quise entonces intervenir, pero
por motivos que me voy callar guarde silencio. Pero aquí, ahora, en
mi dormitorio, escribiendo en la soledad soy libre para decir lo que
pienso. Y, lo que veo.
Veo una belleza que en gran parte
se conserva y en gran parte y a pasos agigantados se va perdiendo.
Pero es esa una belleza que no debiera importar perder cuando la
menopausia te comienza a guiñar el ojo y te envía un mail que te
dice espera que voy. Ese tipo de belleza es un truco genetico, para
atraer parejas que faciliten la reproducción de los propios genes,
nada, aboslutamente nada dice de lo que la persona es o deja de ser
en cuanto tal, es un mero acto publicitario en plan “hagame el
favor y fijese usted en los muy sanotes hijos que le puedo dar”. En
el mejor de los casos es mero síntoma de salud. Yo no voy mentir,
ella la está perdiendo, quedando vestigios poco a poco de lo que
fue, y aun sigue siendo, por ahora, en gran medida. Pero hay otras
formas de belleza y esas si que importan. Una de ellas no se pierde,
nunca, con la edad pero tampoco se aumenta con ella, la tercera en
cambio aunque tampoco disminuye con la edad si que puede aumentar y
muchísimo con ella.
En todos los seres humanos, y no
solo en los humanos, anida la belleza. La belleza de lo insondable,
de lo profundo, del misterio. De lo que somos y nadie salvo nosotros
puede ser. Es la belleza de la vida misma hecha ser. Un ser que puede
y necesita desarrollarse, crecer, evolucionar, respirar, capaz de
sentir, ver, hacer. Inmensamente grande y a la vez inmensamente
pequeño somos cada ser humano y ese contraste es la mayor maravilla.
Aunque no todo el mundo es capaz de percibir esa belleza, nadie hay
que carezca de ella, ni nadie hay que la pueda perder. Al igual que
la primera belleza nace con nosotros, pero al contrario que ella
permanecerá en nosotros hasta el momento mismo de nuestra muerta. No
hay belleza mayor, mienten los filósofos que afirmen lo contrario,
como mentir mienten los poetas que lo osen negar.
Esa pienso es la belleza que ha
descubierto la amiga en la chica, ve la maravilla que es el mero
hecho de que esa mujer exista tal y cual ella es, con todo lo bueno
que pueda haber en ella, pero incluso con todo lo malo que en un
momento dado pueda también haber, simplemente ella es, ese ELLA lo
es todo, es la meta misma de la vida y también su cuna. Por su sola
existencia ya vale la pena que exista el universo.
Esa es la belleza que por instinto
conocen las madres de sus hijos. La que nos enseña a amar a la vez
que solo amando conocemos.
Pero aunque la amiga se la conozca
esa belleza no crece con los años, pues es absoluta. Pero hay una
tercera belleza...
Si la primera belleza eso solo
externa y la segunda mencionada puramente interna a la persona, la
tercera es a la vez interna y externa. Por eso, por regla general,
cualquiera es capaz de percibirla. Es consecuencia de la segunda, de
cuando la persona, lo que realmente es, busca, necesita, actuar en el
mundo, siendo parte de ese mundo, de modo tal que siembra el mundo y
a la vez se deja sembrar por él. Nace del modo en que la persona
abre su mirada al mundo y es el modo en que lo aprende a mirar, a
mirar a lo demás, a los otros y a uno mismo. Esa es la belleza que
sí es capaz de evolucionar y crecer con cada día que vivimos y cada
aliento que nos alimenta. Pienso que esa es la belleza de la que la
amiga trataba de hablar, aunque seguramente desearía aun hablar más
de la belleza interna, la que radica en el hecho de ser la chica
simplemente quien es, el mayor misterio del universo, aquello por lo
que todo el universo adquiere justificación, pero es esa una belleza
que no cabe en palabras, ya que todo lo trasciende, imposible nos es
hablar de ella y expresar algo que no sea solo sombras cuando es del
mismo Sol de lo que queremos e intentamos hablar.

Pienso que si una mujer es capaz
de despertar esa amistad en la otra, en la amiga, una amiga que
exhala belleza interna y a la que basta mirar para que más de un
dolor se te calme en el alma y más de una herida se te lave y
parezca cerrar en la vida...
Pienso que si una persona como esa
te encuentra bella es que necesariamente lo tienes que ser.
… Y, pienso, que una chica, a la
que vi cuando aun era en efecto una chica, mucho hace ya de ello,
llorar a escondidas la injusta e innecesaria muerte de unas personas
cuyo nombre y rostro jamás conoció, pero de cuya suerte supo, con
el alma rasgada y hasta el tuétano herida, es por supuesto hermosa,
sin que los días o los años se lo puedan negar y ella aunque no lo
sabe fue en un tiempo, para mí, escuela de vida, gracias a ella soy
hoy mucho más hermosa de lo que lo podría haber sido jamás sin
ella.
Eso es lo que me hubiera gustado
decir entonces, pero guarde silencio y tenia mis razones.