Son como zombis, diría alguna
gente, seguro, pero su corazón late, sus pulmones respiran, su piel
es cálida y otras mil cosas más los diferencia de los zombis, pero
son muchas también las semejanzas que hay entre ellos. Una de esas
semejanzas es que tanto los unos como los otros carecen de afán por
aprender algo nuevo, sienten que ya saben lo suficiente, todo lo que
necesitan saber para cumplir con su destino en la vida.
Desde que nacieron, estos falsos
zombis, han sido aleccionados por su entorno social, se les ha dicho,
hasta lograr que se lo crean a pies juntillas, lo que deben sentir,
pensar, buscar, hacer; de que modo deben verse a si mismos, de que
manera ver a los demás, de que forma ver la vida. Y, ahora van por
ella, la vida, como aquel que va por una autopista, bien seguros de
que el ingeniero que la construyo es de fiar y bien sabía lo que
hacía. Sienten que desviarse de ese camino ya hecho es caer en la
oscuridad salvaje de un bosque cuyos arboles no dejan fluir la luz.
Y, les aterra perder esa senda, nada es para ellos tan importante
como la promesa doble que se les ha hecho en nombre de esa autopista;
se les ha prometida que ella y solo ella les puede garantizar un
mínimo de aciertos en la vida.
Le tienen tanto miedo a ese
bosque oscuro y salvaje, de apariencia caótica, ese que imaginan
rodeando su autopista que aunque quisieran, que no quieren,
investigar, explorar lo que es la vida fuera de esa autopista, no
osarían hacer tal cosa. Ellos creen en limites que fueron inventados
por otros no muy diferentes a ellos, ven fronteras en la vida que en
realidad solo existen en nuestros mapas y para nada en ella, llaman
luz a estar dormidos soñando estar despiertos y que ven la luz del
Sol. Pero sus ojos están cerrados.
La realidad es que la Realidad,
de la vida, está fuera. Y, dentro también. Pero no en nuestras
fantasías, no en nuestro imaginación, no en “verdades”
consensuadas. La realidad es que nuestro entorno cultural, como
cualquier otro, es mucho lo que sabe pero también mucho lo que
ignora y la mitad de lo que nos pide que nos creamos es simple y
llanamente una mentira, un disparate y hasta en ocasiones una
aberración. Vivimos atrapados en el sesgo cognitivo, en el prejuicio
campante.

Vivo en un bosque tenebroso,
oscuro, frío y caótico. Donde la luz no da entrado. Vivo en él
desde que nací. Pero ese bosque no se encuentra fuera de esa
autopista ya mencionada, al contrario, ese bosque que no deja pasar
la luz es esa autopista.
El sentido de la vida se
encuentra fuera del asfalto. Pero somos como el borracho de aquel
viejo chiste, que habiendo perdido las llaves de su casa en un
callejón oscuro corrió a buscarlas bajo una farola que había al
doblar la esquina y por la sencilla razón de que allí, como luego
dijo, había más luz. Pero más ilumina la oscuridad de la noche que
la mejor farola cuando las llaves no están bajo la farola.
Estamos borrachos de falsas
verdades.
Sí, ciertamente y hemos o yo he aprendido a ver un gesto en una persona, una señal en una hoja de un árbol y a hablar conmigo mismo, con Dios y que el me revele los telediarios sin prácticamente encender el televisor, pero también sé que necesito en mi vida también sólo personas enraizadas a la tierra. Mi cometido lo descubrí hace unos años, Pero cada día descubro el escuchar y mi último y tan otro importante cometido, amar y vivir.
ResponderEliminarVicent
Le contaré más cosas, un lúcido día de hace seis o siete años, navegando por la red de Internet descubrí una fotografía, eran tres personas en un campo de concentración, sería nazi, por el formato de la foto, y fui recordando, no he de decirle que el del centro era yo, ¡yo! en aquella época, joven y homosexual, pues morí en ese campo por mi pasada condición de homosexual.
ResponderEliminarDescubrí a verdugos y víctimas mías, las descubro cada día y me hago una composición de lugar y de tiempo; a parte de eso también descubrí que yo había de salvar al mundo, no sólo, lógicamente, en mi individualidad y utilizando el catalán-valenciano, que elegí como lengua minoritaria para esta vida, yo sé o sabía que toda carta llega a su destinatario, por muy difícil y por muy enrevesada que sea su código lingüístico, y llega en su debido momento.
Descubrí también que he de dar un lugar a mi hermano en su vida y en la mía, a mi mujer, a mi madre y familia de mi mujer y al mundo, con todo esto voy engarzando a la manera de un paranoico unas ramas con otras y veo, feliz, que todas están relacionadas, junto con el mundo y el Universo, el infinito Universo, con el que hablo y me comunico, ruego, rezo, lo que llamo Dios, y lo És.
Cada persona es un reto para mí, sin dejar mi deseo por mi vida intento darle lo que me piden, en la forma en que yo pueda dárselo y ellos recibirlo, y amar, junto con vivir, pues no me olvido de mí, todo esto, y amar a Todo es mi cometido.
Espero no haberla aburrido, también he descubierto que la muerte es un dormir, y he viajado por otras vidas y he rozado el infierno, la nada, pero no se puede entrar en ella, al menos quien no quiere entrar, salí despedido en forma de planta, de una pequeña planta.
Bueno, le dejo por hoy.
Vicent Adsuara i Rollan