No me era entonces
momento propicio para comenzar a buscar palabras con las que
descorrer velos.
“El Espíritu sopla
donde quiere” me dijo, y en sus oídos de momento me decía que no
había querido soplar. Con ello difícil me lo ponía y es que si el
Espíritu no soplaba en sus oídos no me pareció que fuera yo nadie
para andar “soplando” en ellos. Y decidí callar y guardar las
palabras, que me pedía, para un futuro próximo en el que me fueran
más fáciles y no se encontraran sus oídos taponados por mil
sombras. Fue un error mio, que, y solo en parte, mi ignorancia de
entonces sobre lo que iba a ocurrir puede disculpar.
El caso es que fue
pasando el tiempo, llegaron los años y pasaron también, y confiando
en que solo media hora de camino nos separaba deje que el contacto
entre nosotros no se retomara, mientras esperaba que el asunto se
cociera en su propia salsa y eso aligerara mi trabajo con las
palabras. Así llego el día en que por motivos que no vienen al caso
quise retomar el contacto entre nosotros. Su hijo me recibió en su
casa y me contó que hacía ya unos años que su padre había muerto.
Dada la naturaleza de la enfermedad que lo mato es hasta posible que
en aquella última conversación entre mi amigo y yo, mi amigo
supiera ya que no le sobraba el tiempo, más yo confiando en mi
ignorancia calle y fue de ese modo como mi amigo pago por mi
ignorancia.
No sé que habría
ocurrido de haber, entonces, hablado. Pero sé que debí hablar.
Ayer un acontecimiento me
hizo recordar mi error. Un error que no tengo intención de volver a
cometer.
Es cierto lo que me dijo
mi amigo, el Espíritu sopla donde quiere. Lo que mi amigo no tenia
en cuenta es que nada limita a ese Espíritu y por lo tanto sopla en
todas partes, No hay oído alguno donde él no sople. Y es que de ese
modo, y por ser esa su naturaleza, lo quiere él, Ni sabe, ni quiere,
ni puede callar.
Es tarea nuestra limpiar
nuestros oídos, tarea nuestra confiar en él, tarea nuestra dejar
que haga su trabajo. Escucharle es dejarle hacer.
Aquel día escuche a mi
amigo, pero no al Espíritu que soplando en su oído me rogaba ayuda
para hacerse entender. Tengo desde entonces una deuda con mi amigo
que ya no podré saldar como debiera y otra con el propio Espíritu
que trato de saldar en lo que puedo.
Pensando en todo ello
esta noche me dormí, nada tiene pues de raro que en mi sueño soñara
lo que en mi sueño soñé.
En mi sueño, en lo alto
de una cumbre que me pareció tocar el cielo, tras un ascenso me
encontré con un anciano, que parecía llevar allí un rato
esperándome. Aunque si era hombre o ángel o más bien un daemon yo
eso no sé ni veo que importe.
Y, ese anciano así me
hablo:
“Muchas son las
palabras, tantas que nadie las ha podido contar ni podrá, con las
que quitar velos y desnudar la Ciencia y el Arte de los filósofos.
Tantas son que con frecuencia más sirven para velar que desvelar lo
que han de desvelar. ¿Por eso las temes?
Recuerda que la Ciencia
es humilde y el Arte simple. Toda nuestra Ciencia no es otra cosa que
saber observar la Naturaleza fecundando a la Naturaleza. Ella es
nuestra maestra. Nuestro Arte es seguir sus pasos para hacer de dos,
que ella ha hecho dos, solo uno; un uno que ella sola, sin nosotros,
no es capaz de hacer. No es nuestro Arte otra cosa que tomar a un uno
que la Naturaleza ha dejado imperfecto, inmaduro, incompleto a su
máxima perfección, madurez y completud y todo ello de modo tal que
tomando ese uno en su propia naturaleza, tal y como la propia
Naturaleza nos lo dejo, por vías Naturales completemos su obra,
llevando a ese uno, por ese camino a ser todo lo que él es y puede
ser de modo pleno.
Cuando se comprende de lo
que se habla iniciar el camino es fácil ya que no se necesita saber
mucho para dar el primer paso, querer. El resto lo enseña el propio
camino. Aquí más que en ninguna otra parte es el camino maestro del
caminante.
La sencillez es nuestro
guía. No es necesario entrar en discursos complejos y quizá tampoco
sea bueno que se entre en ellos.
La confianza nuestro
sostén. Pues todos temen andar sobre fino cristal y un abismo bajo
él. Se hace necesario confiar en el camino incluso cuando se duda de
lo que se sabe, sin esa confianza la duda nos quita del camino, con
ella la duda nos puede acompañar y pese a ello no tocarnos.
Es tarea de dejar,
llevar, a la Naturaleza a sus últimas consecuencias y por ello los
artificios ideados por los hombres aquí no caben. Sin la Naturaleza
nada podemos, ella sabe, y solo ella puede, por sus propia forma de
ser, con nuestra ayuda pero sin que le impongamos nada ajeno a ella,
nada vano tiene cabida aquí. Por ello es necesario ser muy pequeño
para aspirar a ser lo más grande, pero tal cosa no es posible si
estamos ciegos a la grandeza de lo pequeño y a la pequeñez que
contiene a la grandeza que a su vez la contiene a ella.
Por eso el camino no
exige ser sabio, pero si humilde, sencillo y confiado. Y tener muy
claro en que consiste eso grande y eso otro que llamamos pequeño,
comprendiendo cual es el lazo que los une y hace ser.
Si en verdad se comprende
eso último entonces el Arte es fácil. Todas sus operaciones son en
realidad solo dos, disolver y coagular. Y es que toda operación en
este Arte no es más que un momento de la obra de esas dos, ellas las
producen todas y ellas conducen a todas por lo que realizando esas
dos todas se realizan de forma natural y sin necesidad de artificio
alguno.
Disolver lo que llamamos
pequeño en lo que llamamos grande, coagular lo grande en lo que
llamamos pequeño; eso no se puede hacer si no es con la colaboración
de calor rojo e interno que no quema pero alimenta y engendra todo lo
que merece ser engendrado, ese calor no pude ser tan fuerte que
queme, ni tan tímido que no de para hacer su labor; es un fuego
esencial para esta obra que mientras la obra dure no se debe apagar
si no fluir en todo momento según su propia medida. Lo alimentan dos
fuentes, una se llama arriba, la otra abajo y en él ambas aguas se
funden con intenso amor, de modo tal que no es más una que la otra
si no que más bien por ser la una es la otra y por ser la otra es
que ella es la una. La una nace de un corazón pequeño que el sabio
sabe apreciar, su naturaleza ilumina al mundo; la otra nace de un
corazón inmenso que el mundo nos oculta o no.
Conociendo las dos
operaciones y el régimen y la naturaleza del fuego ya es posible
iniciar la Obra y persistiendo dejar que ella misma te conduzca a su
final.
Dicho esto: ¿aun piensas
que es difícil de explicar?. Ahora sabes que no. “
Y, dicho esto el anciano
comenzó a disolverse y la propia montaña se disolvió y hasta los
cielos se disolvieron dejándome a solas con sus palabras, entonces
vi que había despertado, de mi sueño salido, corrí al papel y
escribí palabras que hace mucho debí decir pero preferí callar.
Error mio que no tengo intención de repetir. Por ello hoy aquí dejo
las palabras de ese anciano, que si hombre, ángel o daemon no
importa a nadie a quien si importe la Ciencia, Arte y Obra de los
filósofos
Hola, señora Lilith, yo creo que no es una opción el soñar, es un imperativo, siempre con los límites de Dios.
ResponderEliminarVicent Adsuara i Rollan
MMMmmmm....
ResponderEliminarTengo la impresión. Vincent, de que no nos estamos refiriendo en esta ocasión a lo mismo con la palabra "sueño". En el texto la uso como a modo de "licencia literaria", no de un modo literal, no pretendo referirme a nada honirico ni a ninun deseo o cosa similar. Es solo una forma de generar una caja que me sirva para decir lo que quiero decir sin desnudar inoportunamente lo que digo.