La vida es muchas cosas,
tiene mil y más caras. Pero una de las cosas que la vida es y de
entre ellas de las más vitales es decidir en ella y desde ella.
Optar.
La vida desde hace un
tiempo me ha puesto en una situación que me obliga a dar a mi propia
vida un enfoque nuevo y recorrer caminos nuevos. Eso no es malo, por
supuesto, simplemente eso es la vida. Pero que no sea malo no quiere
decir que en este caso no encuentre yo el problema.
Sé que opciones tengo
abiertas, que objetivos son o parecen ser alcanzables, ese no es pues
el problema. Sé de todos ellos cuales me gustan y cuales no, por lo
que ese tampoco es el problema. Sé incluso de entre los que me
gustan cuales deseo y cuales no, por lo que tampoco ese es el
problema. Conozco las incompatibilidades que existen entre algunas de
esas cosas, en principio alcanzables, que me gustan y además deseo,
de modo que tampoco ese es el problema. Soy consciente, o eso pienso,
de la carga de esfuerzo que cada uno de esos objetivos requiere para
ser alcanzable, entonces tampoco ese es el problema.
Mi problema es que de
entre todos esos objetivos que deseo alcanzar pero son incompatibles
entre ellos... no tengo nada claro, pero nada de nada, a cuales
quiero ir y a cuales sacrificar para alcanzar a los que más quiero
ir. Es decir: sé lo que puedo, lo que me gusta de entre lo que
puedo, lo que deseo de entre lo que me gusta, pero no, para nada
parte de lo que quiero de entre todo eso que deseo y tengo, o eso
parece, al alcance de la mano.
Y lo malo del asunto es
que la vida no se queda quieta parada a esperar que yo me aclare.
Ella sigue su camino mientras yo me encuentro inmovilizada,
atrapada, por la duda.
Dudar es de sabios, pero
la sabiduría no es el fin, el fin es la vida y la sabiduría solo un
medio para optimizar nuestras decisiones. De bien poco me sirve ahora
mi sabiduría, si es que la tengo, pues elegir sabiamente requiere
conocernos y conocer la vida, pero ella no puede decirnos que es lo
que queremos, que es lo que anhelamos, cuales son nuestras
preferencias; todo eso solo nos lo puede decir nuestro propio corazón
y yo tengo el corazón confuso.
Debería salir, ir fuera
de mi marco de vida conocida, romper con los recuerdos de un pasado
que encuentro en cada esquina de donde vivo. Pasar una semana en
algún lugar fuera de lo habitual, que me sea extraño, que encuentre
nuevo y no viejo. Pasar allí una semana o mejor tres, una para
desintoxicarme, otra para encontrarme y una tercera para asumir y
madurar lo encontrado. Pero eso es algo que ahora mismo no me puedo
permitir.
Laboralmente la cosa no
admite dudas, eso al menos ya es algo. Son mis sentimientos, mis
emociones las que andan confusas y peleadas, en plena guerra civil,
mordiendo las unas a las otras en un pleno “quitate tú que me
pongo yo”, estoy emocionalmente dividida, sentimentalmente confusa.
Hay prisa, ya que la vida
me la impone, pero supongo que dadas mis circunstancias dejare pasar
el verano, mi último verano de la vieja vida, viendo si logro
aclararme un poco o logro dar con alguna gota más de información
que me sea útil para mi toma de decisiones. Al fin y al cabo unos
meses, si son pocos, me los puedo permitir, y sacarles provecho
despidiéndome de ese pasado que ya siempre formara parte de mi vida
y hasta aquí me trajo, pero que ya no es el hoy, ni va poder ser mi
mañana.
Y, terminado el verano,
me tomare unos días, pero solo días, para ver que puedo encontrar
en algún lugar lejano a mi pasado, si es que encuentro algo de lo que, seguro, sabe mi
corazón pero no se lo sé ver como quisiera saber.
Luego decidiré que es lo
que quiero vivir y que es lo que no. Que es aquello por lo que voy
luchar y que aquello otro que voy abandonar, por ser incompatible con
ello o no querer invertir esfuerzos en lo que quiero poco si los
necesito en aquello que más quiero.
Me ha recordado un viejo recuerdo, valga la redundancia, el de Anubis.
ResponderEliminarVicent Adsuara i Rollan
Cierto, Vicent, no me había fijado pero sí que lo recuerda
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