Me contaba ella las cosas de ellos
y yo la dejaba hablar encantada, de siempre he sido mejor escuchando
que hablando y tenia ella un buen montón de cosas de esas que
realmente vale la pena escuchar. En eso estaba yo centrada en ella
cuando el marido, hasta entonces más bien callado, nos interrumpió
para decir a ella, con animo celebrante, que la estaba yo
hipnotizando con la mirada.
Fue oír eso y sentirme incomoda.
Lo mire a él, y la mire a ella buscando ver si en sus rostros se
traslucía que hubiera hecho yo algo indebido. Nada de eso vi, pero
si vieron ellos en mí esa incomodidad mía.
Soy persona, en la actualidad, de
ojos huidizos, esquivos, muy sensible a que me vean la mirada. De no
temer que unas permanentes gafas de sol me delataran, aun más, las
llevaría hasta para dormir. Hay un dolor profundo en el fondo de
mis ojos, que ni amigos ni enemigos quiero que conozcan o sospechen,
unos sufrirían por empatia y para nada útil pues no hay nada que
puedan hacer, los otros lo celebrarían y a esos no me place darles
ese gusto :-D
Viendo mi incomodidad ambos se
sintieron cortados, ninguno quería herirme, fue ella la primera en
reaccionar, defendiendo mi mirada de lo que ahora parecía una
acusación, parecía haber hecho él algo incorrecto, cosa que no
había hecho y salí entonces en defensa de él. No fue una defensa
cortes, fue sincera y simplemente honesta. No se trataba de que el no
hubiera hecho nada malo, se trataba de que me había prestado un
servicio, al describir de ese modo mi mirada me daba información
sobre ella que me ayuda a conocerme y pulir mis, muchas o pocas,
dotes comunicativas cara a cara. De hecho me estaba dando una
perspectiva sobre mi mirada que yo jamás podría tener por mi misma
y de ese modo ampliaba mi consciencia de mi misma y del mundo.
Argumento entonces él, más
dispuesto a darme la razón antes a ella que a mí y bien dispuesto
incluso a aceptar culpas si hacía falta, que en realidad era falso
lo que yo decía pues como mínimo de vez en cuando me mirare en el
espejo y veo entonces mi mirada. Se equivocaba él, la mirada que
tengo ante el espejo no es la mirada que muestro ante otra persona,
pues las circunstancias cambian y con las circunstancias la mirada.
Y, al final los tres convenimos que en efecto jamás me veo la mirada
cuando miro a otro, salvo quizá en cierto modo y a nivel
subconsciente en el reflejo de sus pupilas, pero dudo mucho que sea
yo tan perspicaz. Por lo tanto él sí me había abierto una
perspectiva nueva a la que yo hasta entonces era ciega. Gracias a él,
pues, ahora soy un poco menos ciega.
Ocasionalmente, pero varias veces
al día, he estado trabajando para tratar de entender esa mirada.
Analizo lo que sentía yo en esos momentos para tratar de prever en
que circunstancias se me activa esa forma de mirar, y trato de
recordar lo que veía en Carmen mientras la miraba de ese manera para
ver si puedo hacerme una imagen del modo en que esa mirada es
recibida por gente como ella, entre otras cosas sé que esa mirada le
mostraba por mi parte un extremo interés en sus palabras y que eso
la atraía a seguir contándome más y más. En cierto modo para mí,
en esos momentos, solo existía ella y lo que me contaba y estaba
absorta en obtener toda la información posible, me interesaba
incluso su ritmo respiratorio mientras me hablaba. Por lo tanto
reduje tanto mi perspectiva a ella y sus palabras que olvide, en
buena medida, puse entre paréntesis, el resto del mundo.
Por eso, extrema concentración y
despertar en ella ganas de hablar aun más, termino produciendo en él
la descripción de la mirada como hipnótica. Me parece incluso,
ahora, que ya es esa una mirada que tengo visto, no por supuesto en
mí, en otra gente, una o dos veces en mi vida, más no soy capaz de
recordar en que circunstancias, cuando, ni a quien.
Las miradas propias nos desnudan
ante los ojos de los demás, las miradas ajenas, en cambio, nos abren
al mundo.
Creo, como le he dicho que hay dos tipos de hombres, los intuitivos y los conceptuales, una mirada siempre es conceptual, pero lo intuitivo siempre actúa bajo de ella.
ResponderEliminarPor esto el marido quizá se sintió celoso, y le he dicho lo de los dos tipos de hombres porque unos miran, como Kant el discurso que produjo la reacción del marido y otros, los intuitivos miran la relación de deseo o goce-intuitivo o conceptual que hay en la mirada, es la relación, básicamente de tres, que se da en toda relación, y que yo veo que actualmente, con la informatica y la química puede llegar a ampliarse a cuatro, en una célula, pues todos estamos interelacionados.´
La mirada ajena nos da la tierra sobre la que pisamos, nuestras miradas nos hacen "Crear".
Vicent
El marido no se sintió celoso, eso seguro, yo tenía toda mi atención enfocada en ella por el interés que me tenia lo que ella decía y supongo que eso quizá le hacía a ella hablar aun más, pero el tipo de relación que hay entre ellos dos no deja espacio a los celos me parece, no las palabras si no el modo en que el marido pronuncio las palabras tenia un claro sabor a pura sorpresa maravillada, nada que ver con celos, Nada que ver con temor o rechazo por parte de él a que yo le robara la atención de su esposa. Eso seguro.
ResponderEliminarEn cuanto a la mirada ajena, desde luego a mi no me da para nada la tierra que piso, me da sí el marco ambiental en el que me encuentro, no es lo mismo un ambiente de miradas hostiles que otro de miradas afectuosas, pero aquello en lo que me anclo, asiento mis raíces, me hago firme esta en mi interior, fuera de cualquier mirada. Aunque ya sé que eso no es lo habitual. Aunque quizá la diferencia entre su forma de mirar las miradas ajenas y mi propio modo de mirarlas se deba a como usamos el léxico y no al modo en que las vemos y sentimos.
En cuanto a que nuestras miradas nos hacen “Crear”, me lo he tenido que pensar un momento pues nunca lo había visto asociado a ese verbo, pero tiene razón, es un verbo adecuado para decir con ello algo en lo que estoy totalmente de acuerdo. Es nuestra mirada lo que da sentido a la vida.