jueves, 14 de enero de 2016

De los miedos cuerdos y los miedos locos

Al poco de comenzar el blog me encontré en la red otro del que me enamore. No me entendáis mal, hablo del blog, no del autor. Pero también es cierto que el autor me pareció, probablemente, el ser humano más parecido a mi misma que yo jamás había encontrado.

En un post, un poco de pasada y a vuela pluma, como diría Rafa, toco el tema de los miedos. Me dio la impresión que lo hacía desde una perspectiva muy negativa, no viendo en ellos nada bueno. Amiga como soy de medir razones y estando segura de poder encontrar en él una alta capacidad para realizar análisis sobre ese tipo de temas le hice alguna pregunta al respecto en un comentario y por su respuesta me pareció entender que tarde o temprano desarrollaría el tema en profundidad y aplace por tanto entrar en detalles sobre mi opinión personal ya que aun no conocía realmente la suya. Podía esperar y para esas cosas tengo tanta o más paciencia que Job para las suyas.

Pero poco después apareció en su blog un post, que de momento es el último, y van pasando los meses y sigue siendo el último y hace ya días volví a dejar en esa entrada un nuevo comentario, el tercero en ella, llorando mi pena y rezando para que regrese a la actividad... Teniendo en cuenta que es un blog que estaba en el puesto, si no recuero mal, 44 entre los votados para su categoría en los premios Bitácora... Me parece raro que el blog de repente entrara en silencio.

Pero hay algo más, en ese post le hice un primer comentario, luego me lo contesto y sobre su respuesta hice el segundo. Ambos comentarios son muy críticos con ese post suyo. Y, ese es el problema. No me doy quitado de encima la incordiante sensación de que han sido esos comentarios los que pueden haber provocado el abandono, al menos momentáneo de ese blog, al fin y al cabo, por instinto tendemos a considerar que dos cosas que se dan seguidas probablemente la primera es causa de la segunda. Y, el caso es que ese miedo me está afectando, cortando, haciéndome retrasar comentarios que deseo hacer en otros blogs, dejando pasar incluso días en los que doy vueltas y más vueltas a las palabras buscando quitarles aristas. Y, ya son varios de esa forma los comentarios que cuando siento que ya tengo las palabras adecuadas para comentar ya se me ha pasado tanto tiempo que parece que ha perdido sentido el comentario, me corto entonces y no comento. A base de ver blogs voy desarrollando la sensación de que por mucho que a la mayor parte de los blogueros les apetezca que le hagan comentarios, prácticamente a nadie le gusta que le entren a discutir en plan “vamos a medir razones”, es como si la tendencia fuera a comentar cuando se está de acuerdo, y solo entonces. Lo que hace que mi miedo a haber sido causa de ese silencio se sostenga y me lleve a su vez a mis propios silencios.



¿Pero es racional ese miedo?

No lo es.

La tendencia general en los comentarios de los blogs y la coincidencia de mis comentarios con su inactividad alimentan ese miedo, pero...

Ese blog no puede ser como es si su creador y desarrollador no reúne una serie de virtudes entre las que necesariamente está la de ser capaz de soportar perfectamente ese intercambio de razones, no es alguien que tema los debates o que tema no ser aplaudido. Considerar que yo, una desconocida, con un puñado de razones, las considere él o no acertadas, le puedo espantar es una extrema necedad por mi parte digna de una megalomana y no de una persona cabal. Tiene y se le nota la clase de desarrollo mental y madurez personal que hace imposible que algo como eso le arañe.

Por otro lado no es la primera vez que su blog sufre un repentino y en esa ocasión larguísimo parón. El mismo nos lo cuenta y explica la razón de que tras ello el blog volviera a la vida, y esa razón es una causa externa a él mismo y que cualquiera que tenga un poco de experiencia en la vida sabe que es como el viento, hoy sopla pero mañana ya veremos, hoy de este modo pero mañana ya se vera.

Por supuesto hay otras posibilidades, por ejemplo que a consecuencia de esa crisis de la que tanto se habla se haya quedado sin conexión y su ordenador no sea portátil; que se parezca a mí más de lo que pienso que se parezca y por lo tanto haya hecho “un sacrificio” de algo que le importa para a cambio obtener un favor de los dioses o de lo que quiera que ocupe su lugar para él... y otras mil cosas que ni siquiera se me pasan por la imaginación.

No, ese mido es paralizante, pero no es racional.

Lo que no quiere decir que todos los miedos sean paralizantes, ni que todos sean irracionales. Y, por supuesto no todos los miedos son negativos.

El miedo que evita tomar una curva a 120 por hora no es negativo. El que te arrastra una madre al medico, con su hijo en brazos, al primer síntoma de que le puede estar ocurriendo algo grave a su salud ni es negativo, ni es irracional, ni resulta paralizante si no todo lo contrario.

El miedo es parte de la vida y una herramienta esencial para vivirla, poco dura en ella el ratón si no teme al gato. Solo aquel que nada quiere ni nada ama puede permitirse el lujo de nada temer, pero solo por que todo le da igual y nada hay que tenga significado real para él, por eso es inmune a lo trágico, nada le puede dañar.

Pero la vida es deseo y desear es temer. Y, eso no es una maldición aunque algunos afirmen lo contrario. Eso es vivir, y vivir es luchar, navegar entre anhelos y temores, buscando un puerto que quizá ni exista pero que vamos tratar de encontrar. Y, eso, pese a lo mal que puede sonar la palabra, trágico, es también lo hermoso de la vida. Es aquí, o al menos lo es para mí, donde radica lo hermoso de ser una criatura, esta y no otra es la razón de que hasta los dioses envidien a los mortales. Esta es nuestra grandeza, este nuestro esplendor, que hace que no haya dios alguno que nos llegue, a nosotros, criaturas del barro, ni a la altura de los tobillos. Los dioses no saben asustarse, no pueden llorar, su vida es una sombra o ni eso siquiera.

Bueno, el tema da para más pero ya volveré a él en otra ocasión, pues ahora mismo lo único que quiero añadir es que se queden los dioses con su eternidad, yo lo que quiero es la vida aunque para ello tenga que ser mortal, llorar y temer. Muy gustosa pago el precio.

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